Dios, tu pareja y tú



Sal 102,1-2.3-4.8-9.11-12

R/. El Señor es compasivo y misericordioso

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo.

Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos

"El Señor es compasivo y misericordioso". Esta verdad es tan consoladora, que sólo leerla sana el alma más atribulada.
Sentir la misericordia de Dios es inestimable.

Nos dice Santiago que no nos quejemos unos de otros, para no ser condenados. Nos dice también que nuestro sí sea sí y nuestro no sea no, para no ser juzgados.

Cuando nos casamos con una persona, decimos "sí". Debe ser un sí consciente de lo que decimos. Es por éso que Cristo dice en el Evangelio de hoy que quien repudia a su cónyuge y se casa con otra persona, comete adulterio.

El Papa hoy nos dice también que sin embargo, no debemos condenar a las personas que han fallado a éstos preceptos, tal como Jesús lo hizo con la mujer adúltera a quien salvó de ser apedreada. "El que esté libre de culpa, que lance la primera piedra".

Dios es tan compasivo que perdona siempre al que regresa arrepentido. Eso es su Gracia, su majestuosidad.

Dios es grande en su Creación, generoso con ella, pero sobre todo es un Padre amoroso  y compasivo, que tarda en enojarse.

El domingo el Evangelio nos hablaba de ser como nuestro Padre. Si aplicáramos a nuestro matrimonio las palabras de Santiago y no nos quejármos el esposo de la esposa y viceversa, la vida matrimonial sería más sencilla.

El matrimonio vivido con y en Cristo es la manera en que Dios creó al hombre y a la mujer, para ser complemento.

A raíz de la ruptura de la armonía entre ellos es de lo que surge la caída. Siempre he pensado que si Adán no hubiera culpado a Eva de su propio error y ella no hubiera culpado a la serpiente de su propio error, Dios hubiera perdonado a todos.

La caída surge del pecado de ambos. El pecado sólo puede ser resarcido por Dios. Si Adán y Eva hubieran sido sinceros y hubieran reconocido su propia falta, estaríamos aún en el Paraiso.

Sin embargo, la misericordia de Dios es tan grande que envió a su propio Hijo para mostrarnos el camino de vuelta a El.

Jesús hablaba de y con Dios. Jesús confiaba en Dios, entregó su vida a El por propia voluntad por nosotros. Esa es su gran misericordia.
Si nosotros perdonáramos como Dios perdona, si fuéramos sinceros como Dios lo es con nosotros, nuestras vidas transcurrirían en la paz de Cristo.

El Sacramento de la Reconciliación nos devuelve a ése estado de paz en Cristo, nos devuelve al camino. La confesión es muy importante dentro del plan de Dios.
No basta con vivir bien, ni con mantener una relación con Dios, necesitamos hacer presente a Dios en la persona de un sacerdote, quien se reviste de Cristo. Un Cristo en quien podemos confiar, no importa que tanto podamos desconfiar del hombre.
Cuando el sacerdote nos escucha en confesión, está revestido por Cristo en Cristo mismo. Y como dijo Jesús "quien me mira a mí, mira al Padre que me creó".

Gracias, Señor por tu inmensa misericordia,
Gracias por estar siempre
Gracias por mostrarnos el camino de tu Gracia.

  

  
Reflexiones de las Buenas Nuevas
Viernes de la Séptima Semana del Tiempo Ordinario
Febrero 28, 2014




Esta reflexión fue  realizada por Laura Aguilar para  Puntadas católicas (c) 2014.
© 2014  por Terry A. Módica  
    Lecturas de hoy:
    Santiago 5, 9-12
       Salmo 103, 1-4.8-9.11-12
Marcos 10, 1-12

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