Una espina en la garganta


¿Recuerdas haber escuchado alguna vez: "no corras porque vas a caerte"? o "no hables cuando comes porque puedes ahogarte"
Yo creo que todos alguna vez lo hemos escuchado. Y sin embargo, muchas veces aún inconscientemente, seguimos haciéndolo.

Pues bien, yo  tenía la costumbre cuando pequeña, de pararme de la mesa, de comer parada y caminando, de hablar mientras comíamos. Y entonces fué que escuché las advertencias anteriores.
Como mi mamá trabajaba, nos cuidaba una tía y ella trataba de educarnos acerca de los modales en la mesa. No es sencillo adquirir hábitos de pronto, así que un día en que se nos sirvió filete de pescado, una pequeña espina se me atoró en la garganta. Mi tía no pudo sacarla, me tuvieron que llevar al hospital en donde se me extrajo.

Finalmente, había resultado cierto lo que mi tía nos había estado diciento. Los buenos modales que intentaba enseñarnos, eran más que reglas para que no se viera mal, eran reglas para sobrevivir.

Dios, através de Jeremías nos dice que no endurezcamos nuestro corazón, que antes que a nosotros, envió a nuestros padres profetas a enseñarles y no hicieron caso.

Mi mamá también fué educada como mi tía, a ella también le enseñaron lo mismo, pero no hizo caso. Era rebelde. Y sufrió mucho por ello en su vida. Hasta que finalmente, entendió que sus padres la amaban y por éso la educaban con reglas.

Ella crió a sus hijos de una manera distinta a la que sus padres, y los resultados no se hicieron esperar. Yo soy la pequeña y conmigo fué distinto.
Cuando mi mamá se dió cuenta de su gran error, regresó finalmente a su casa y terminó educándonos como debió hacerlo desde el principio. No debió ser fácil porque sus hijos ya eran mayores (yo soy en realidad su nieta, sólo que me recibió de 9 meses de nacida y prácticamente fuí su hija)

Jesús nos dice en el Evangelio de hoy, que si dudamos que El sana en nombre de Dios, entonces nuestros hijos serán nuestros jueces. Esto me costaba entenderlo, hasta que recordé mi propia historia. A veces juzgamos a nuestros padres porque son "duros" con nosotros, hasta que entendemos que lo hacen por amor y porque no desean que perezcamos.

Obvio decir que después de lo de la espina de pescado atorada en mi garganta y de lo dolorosísimo que fué todo, era la primer promotora de los buenos modales en la mesa. Es cuestión de vida o muerte.

Lo mismo sucede con nuestra vida espiritual. Jesús sana en el evangelio de hoy a un mudo. Cuando somos sanados y tocados por El, no podemos callar más.
Nos dedicamos a promocionar su Palabra para que otros también se beneficien de ello.

Lee y medita por favor el siguiente salmo que puede ayudarte a sacar la espina que tienes en la garganta o en el corazón


Salmo 94,1-2.6-7.8-9

R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
«No endurezcáis vuestro corazón»

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R/.

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. R/.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masa en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron,
aunque habían visto mis obras.» R/.

Esta reflexión fué realizada por Laura Aguilar para Puntadas católicas
Diseno de Reflexiones para el alma


Reflexiones de las Buenas Nuevas
Jueves de la Tercera Semana de Cuaresma
Marzo 27, 2014
                              
Lecturas del día:
Jeremías 7, 23-28
 Salmo 95, 1-2. 6-9
 Lucas 11, 14-23

CUARESMA


Durante este tiempo especial de purificación, contamos con una serie de medios concretos que la Iglesia nos propone y que nos ayudan a vivir la dinámica cuaresmal.

Ante todo, la vida de Oración, condición indispensable para el encuentro con Dios. En la oración, si el creyente ingresa en el diálogo íntimo con el Señor, deja que la gracia divina penetre su corazón y, a semejanza de Santa María, se abre la oración del Espíritu cooperando a ella con su respuesta libre y generosa (ver Lc 1,38).

Asimismo, también debemos intensificar la escucha y la meditación atenta a la Palabra de Dios, la asistencia frecuente al Sacramento de la Reconciliación Eucaristía, lo mismo la práctica del ayuno según las posibilidades de cada uno.


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