La diferencia entre juzgar y ser sentencioso




Cuál es la diferencia entre averiguar todo (como en la primera lectura de hoy) y ser sentencioso, lo cual, como lo sabemos, es descrito firmemente como un pecado por Jesús? San Pablo nos dice aquí que “aquel que es espiritual puede juzgar todo”.

La diferencia está en un qué y en un quién. Al observar un qué – una situación, un comportamiento – el Espíritu Santo lo averigua, y si estamos escuchando a Dios, escuchamos su opinión al respecto. ¿Pero cómo sabemos si no estamos escuchando a nuestras propias opiniones, las cuales pueden estar parcializadas por nuestras percepciones limitadas y que han sido entrenadas por las perspectivas limitadas de otros y de la estupidez del mundo?

Una buena relación con el Espíritu Santo es esencial para una buena escucha. Mientras más confiamos en Jesús, confiando en El más que en nosotros, más abierto estará nuestro espíritu a los susurros de su Espíritu.

Al observar un quién, erramos cada vez que hacemos conclusiones, porque no conocemos totalmente el corazón del otro y su motivo y su nivel de responsabilidad – solo Dios sabe: solo Dios puede ser Juez. Podemos identificar correctamente cuando alguien está pecando, pero solo podemos suponer por qué lo hace, cuanto entiende, y cuanto puede rendir cuentas esa persona. Nunca se puede confiar en las suposiciones.

Incluso cuando nuestras suposiciones son correctas, no somos libres de juzgar al pecador, porque un juez es alguien que tiene la autoridad de imponer sentencias. Solo Dios tiene esa autoridad, porque solo Dios está libre de pecado. Recuerda que le dijo Jesús a los hombres que querían apedrear a la mujer adúltera: ¿Quién puede tirar la primera piedra?

El Salmo responsorial de hoy nos dice como sirve Dios de Juez (¿somos así nosotros?): Agraciado y misericordioso, lento para la cólera, grande en la amabilidad, bueno con el pecador, etc. Nosotros somos rápidos para condenar. Nos frustramos cuando la gente no obtiene los castigos que merecen. Y aun así, que agradecidos somos cuando Dios no nos condena rápido! Ahhh, el pecado de la hipocresía tiene una cara fea. Ser sentencioso lleva a un pecado tras otro.

Como cristianos devotos que somos debemos unirnos a Cristo, procurando tener la mente de Cristo, pero recordemos que hay en lo alto de la mente de Cristo: “No vine al mundo a condenarlo, sino a salvarlo.” Nos convertimos en obstáculos en su camino cuando juzgamos a las personas, la redención y la justicia solo ocurren cuando dejamos a Jesús decidir cómo hacer que el bien venga del mal.

Y por cierto, tú también eres un “quien”, ¡así de deja de condenarte a ti mismo! Voltéate hacia la misericordia de Dios y deja que Jesús te redima de lo que sea que has hecho mal.



Reflexiones de las Buenas Nuevas
Martes de la 22ª semana del Tiempo Ordinario
2 de setiembre de 2014


Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Módica, y es utilizada bajo la responsabilidad del grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/ReflexionesDiarias/ © 2014 por Terry A. Módica

Lecturas de hoy:
1 Corintios 2:10b-16
Salmo 145:8-14
Lucas 4:31-37