El amor nos consigue la victoria sobre el pecado

¿Alguna vez has pensado en cómo se perdonan los pecados? Jesús llevó nuestros pecados a la cruz - murieron con Él allí. ¿Pero eso es todo el "cómo"? No. Como nuestra primera lectura de hoy señala, tenemos que llevarnos a nosotros mismos hacia esta salvación. ¿Y cómo se hace eso? 
Es algo más que decir: "Lo siento." Es más que ir a la confesión y hacer la penitencia que el sacerdote te asigna. Es demasiado fácil decir "lo siento" y luego cometer el pecado de nuevo. Es fácil decir: "epa, no debería haber hecho eso", sin verdaderamente arrepentirnos - es decir, sin necesidad de cambiar la forma en que reaccionamos a los desafíos de la vida que nos hicieron pecar, en primer lugar. 
Jesús explica en nuestra primera lectura del Evangelio de hoy por qué muchos de los pecados de esa mujer (o de cualquier persona) son perdonados: "a causa de su gran amor."
 El amor es lo que nos impide pecar. Cualquiera de nosotros que realmente quiere ser amoroso pero peca de todas maneras, suele no ser consciente, al momento de la decisión, de que nuestro comportamiento está haciendo daño. No pecamos por malicia deliberada. Si verdaderamente amamos, entonces realmente nos preocupamos y tan pronto como descubrimos que hemos causado dolor, el amor nos mueve a sanar el daño de la mejor manera que podamos (a no ser que amemos nuestro orgullo más de lo que amamos a los que fueron heridos por nuestros pecados). 
Si verdaderamente amamos, cuando otros pecan contra nosotros, nuestro amor por ellos nos mueve a darles el beneficio de la duda: suponemos que no lo hicieron realmente, deliberadamente con la intención de hacernos daño. La malicia no era su motivo, igual que no es el nuestro. Ellos estaban reaccionando a algo interno que necesitaba curación, tal vez, o que hicieron una mala decisión basada en la ignorancia o falta de visión o distracción. Al darnos cuenta de esto, se hace más fácil perdonarlos. Podemos orar con nuestro Señor en la cruz: "Padre, perdónalos, porque no entienden lo que están haciendo."
 No estoy justificando el pecado. Dios hace responsable a todo el mundo de su comportamiento. Todos somos capaces de prestar atención a lo que estamos haciendo y discernir si está o no motivado por el amor. Con la ayuda de Dios, podemos dejar de reaccionar pecaminosamente a los estímulos que nos rodean, y podemos optar por actuar por amor. Podemos aprender de nuestros errores, superar nuestra ignorancia, mirar más allá de nuestros pequeños mundos egocéntricos, y evitar distracciones que ensordecen nuestras conciencias.
 Cuando hacemos del amor nuestra máxima prioridad, la tentación tiene cada vez menos poder sobre nosotros, ya preocuparse por los demás nos distrae de la decisión de pecar. Y cuando el amor que tenemos por los demás nos hace lamentar los pecados que cometemos, somos sanados, nuestros pecados son perdonados, y estamos mucho menos propensos a tomar las mismas malas decisiones en el futuro. Por otra parte, el Sacramento de la Reconciliación nos da el poder para permanecer en el amor por una gracia especial de Dios.
 Cuando amamos, nuestra fe se ha convertido en nuestra salvación. Como lo fue para la mujer en el Evangelio, Jesús nos dice: "Ahora puedes irte en paz."
Oración para hoy
Alabado seas mi Señor, porque Tu amor, en un instante, perdona todo un pasado. Enséñame a perdonar, como Tú me has perdonado. Amén.
 
Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Módica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/reflexiones-de-las-buenas-nuevas/.
 
© 2015 por Terry A. Módica
 
 
 
Reflexiones de las Buenas Nuevas           
Jueves de la 24ta. Semana del Tiempo Ordinario
Septiembre 17, 2015
Lecturas del día:
1 Timoteo 4, 12-16
Sal 110, 7-10 (con 2)
Lucas 7, 36-50
www.usccb.org/bible/lecturas/091715.cfm

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