Elige el odio o la sanación




En el pasaje del Evangelio de hoy, Jesús nos habla de la ira. Nos alerta de los peligros crecientes de la ira al referirse a los resultados cada vez más desastrosos en el alma de una persona iracunda. En el nivel más bajo, el odio en el corazón termina en "juicio", lo que en esos días significaba la corte local Judía donde se imponían las penas más blandas.

Luego, describe cómo el odio en el corazón se convierte en un odio que mata: usar lenguaje abusivo destruye la auto-estima. Es asfixiante. Mata el espíritu. El abusador debe enfrentar ahora un juicio ante el Sanedrín, el cuerpo judicial más elevado.

Finalmente, Jesús nos advierte que despreciar a alguien es la peor forma de odio. Odiar a alguien tanto como para considerarlo sin valor alguno es condenarse uno mismo a la Genena. "Genena" era el nombre de un valle cercano donde se quemaban niños en los sacrificios a los dioses. Los Judíos tomaron prestado el nombre para ilustrar el concepto de castigo en el fuego; hoy lo llamamos "infierno".

El aborto es un pecado así, porque no ve valor en los niños no nacidos. No obstante, aún en esto, el perdón y la sanación de Dios están muy cercanos. El Sacramento de la Confesión re-abre las puertas al cielo, donde un día nos reuniremos alegremente con estos hijos.

El resto del pasaje de esta escritura es el remedio de Dios para estos momentos en que nos sentimos enojados. En esencia, Jesús dice: ve y haz lo que sea necesario para reconciliarte con quien quiera que te haya hecho enojar. Esto, señala, es aún más importante que adorar a Dos. No estamos amando a los demás como Dios nos ama si nos rehusamos a dar a alguien nuestro tiempo y deseo de reconciliarnos. Aún cuando no podemos estar juntos, podemos dale amor a través de palabras que ofrecen reconciliación --y si la persona ha muerto, aún podemos hacer esto a través de Jesús.

¿Cuán genuina puede ser nuestra adoración si el odio ha reemplazado al amor en nuestros corazones? Si Dios es amor, la adoración mezclada con ira y odio es vacía e hipócrita, una cachetada en la cara de Dios, un pisotón demoledor sobre la Eucaristía.

El enojo como sentimiento, no es malo. Los sentimientos no son ni correctos ni equivocados, son meramente un reflejo temporario de lo que está pasando dentro nuestro en un momento determinado. Generalmente está enraizado en el vacío de no sentirse amado. Llenar ese vacío con ira engañosamente se siente bien, y se convierte en pecado cuando se enquista en nosotros lo suficiente como para dañar a otros.

Recibimos sanación cuando elegimos llenar el vacío con amor. Al elegir dar amor en lugar de odio, le permitimos al amor de Dios que penetre en nosotros, y una vez que el amor de Dios llena nuestros vacíos, no hay lugar para el odio.

Jesús se enojó con el pecado. Está bien sentir enojo justificadamente. Es lo que hacemos con el sentimiento lo que importa. ¿Le permitimos a Dios que lo usemos para propósitos amorosos o lo usamos como un arma que hiere a los demás?


Reflexión de las Buenas Nuevas
Viernes de la 1ra.Semana de Cuaresma
Febrero 27, 2015


Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/reflexiones-de-las-buenas-nuevas/.

© 2015 por Terry A. Modica

Santo del Dia : 

El amor incondicional de Dios






La Reina Ester confiaba totalmente en Dios (como vemos en la primera lectura de hoy).
Ella sabía que podía contar con su ayuda cuando habló audazmente con su esposo, el Rey Persa Artajerjes (también llamado Asuero), que estaba planeando matar a los judíos que vivían en su reino.

Al atreverse a interceder por su gente, puso en peligro su propia vida. Su fe en el amor de Dios le dio el coraje para hacer una diferencia en las vidas de los demás. Actualmente, los Judíos conmemoran su coraje, en la Fiesta de Purim.

El escritor del Salmo responsorial de hoy también sabía que podía contar con la ayuda de Dios por la misma razón: Dios le amaba.

¿Estamos convencidos?
Tenemos pruebas visibles de su amor, que el salmista no tenía -- Jesús que murió en la cruz por nosotros -- entonces ¿por qué a menudo actuamos como si no estuviésemos seguros que verdaderamente nos ama?


Jesús dice en el pasaje del Evangelio de hoy que encontramos lo que buscamos. Si estamos buscando el amor de Dios, lo encontraremos. Si estamos buscando la ayuda de Dios, la encontraremos. Jesús nos muestra su confianza total en el amor de Dios por ti cuando dice: "¡Golpea y la puerta se abrirá para ti!"
El problema es que nos quedamos a la puerta y golpeamos...y golpeamos...y golpeamos. Jesús nos está llamando
"¡Pasa! ¡No está cerrado!" pero no le creemos. Algo aniñadamente inmaduro dentro nuestro está convencido de que no lo merecemos.

Fuimos criados en un sistema de recompensas y castigos -- en casa, en la escuela, e incluso en la Iglesia en la era posterior a Trento y anterior al Vaticano II, cuando las personas temían ir al infierno si siquiera probaban un poquitito de caldo de pollo un viernes.

Aunque nuestros padres nos dijeron "Te castigo porque te amo", el niño en nosotros igualó amor con recompensa, y castigo con la retención del amor.

No obstante, ¡Jesús nos ama tanto que cargó con el castigo que merecíamos! Dios no está al otro lado de la puerta bloqueándola hasta que empecemos a portarnos perfectamente. 
Cuando comprendemos lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz, nos damos cuenta que la puerta ya estaba abierta. Pasamos por el umbral y vivimos con Dios en una fe madura. Sólo entonces podemos hacer lo que Jesús nos pide al final de la escritura. 
Mientras pensemos que nos merecemos el castigo, querremos castigar a otros. Cuando sabemos que somos amados sin importar cuán imperfectos y pecadores somos, es más fácil amar a los demás sin importar cuán imperfectos y pecadores sean. Tratamos a los demás de la forma en que nosotros deseamos ser tratados, porque la pregunta de quién merece qué ya no importa más.

Perdónate por todo lo que no te gusta de ti. Haz una lista y clávala en la puerta del reino de Dios. El Padre interpretará eso como un fuerte, bueno y resonante golpe, y abrirá la puerta de par en par. Ahora entra en su amor eligiendo amarte a ti mismo sin límites ni condiciones.

Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/reflexiones-de-las-buenas-nuevas/.

 
© 2015 por Terry A. Modica

Reflexiones de las Buenas Nuevas           
Jueves de la 1ra. Semana de Cuaresma
Febrero 26, 2015

Lecturas del día:

Ester C 12, 14-16. 23-25
Salmo 137, 1-3. 7-8
Mateo 7, 7-12

Santo del dia: San Porfirio obispo (año 420)

San Porfirio, valeroso y santo obispo: haz que todos los obispos católicos del mundo sean tan valientes, generosos y fervorosos como lo fuiste tú.

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Arrepentirse significa cambiar

¿Qué signo estás esperando que pruebe que Dios realmente, realmente te ama? ¿Qué solución a qué problema, qué nuevo empleo, qué relación reconciliada? En el pasaje del Evangelio de hoy, encontramos que Jesús es el signo. No necesitamos otro signo.


En la primera lectura de hoy, vemos que la misión de Jonás era llamar a los Ninivitas al arrepentimiento. En la lectura del Evangelio, se nos recuerda que, como Jonás,
Jesús emergió del vientre de la muerte para llamarnos a ti y a mí al arrepentimiento. Él es el signo que nos fue dado.
Jesús murió porque te ama a ti. Entonces Dios Padre lo levantó de la muerte porque te ama a ti. Desde este amor tremendo, Dios nos llama a arrepentirnos para que podamos vivir en su amor todo el tiempo.
Entonces, ¿por qué somos renuentes a identificar nuestros pecados y arrepentirnos? Estamos tan decididos a resolver nuestros problemas de la manera más fácil -- sin hacer sacrificios --
que no podemos reconocer el signo de la cruz. No podemos reconocer el amor que hay allí y el amor que recibimos cuando unimos nuestros problemas a la cruz de Cristo.
Sin embargo, contemplamos el recordatorio cada vez que vamos a Misa y miramos el crucifijo. Colgamos recordatorios en nuestros hogares y lugares de trabajo, ¡e incluso los usamos alrededor de nuestros cuellos! Pero pensamos "Eso era lo que tú debías hacer Jesús. ¡No quiero nada de ello! Quiero la resurrección en mi vida pero definitivamente no quiero pasar por la cruz para alcanzarla!"
Cuando pecamos, generalmente es porque no comprendemos cómo encontrar el amor de Dios en la situación que estamos enfrentando. El pecado es un intento egoísta de hacer las cosas a nuestra manera -- en otras palabras, cuidarnos nosotros mismos como si fuéramos más grandes que Dios. La muerte y resurrección de Jesús es un signo de que necesitamos arrepentirnos de esta idolatría. No podemos comprender el tremendo amor de Dios salvo que confiemos en ese amor cuando la suerte está en contra nuestro. Y no podemos confiar hasta que soltamos nuestros caminos para solucionar los problemas.

Arrepentirse significa cambiar. Arrepentirse significa abandonar nuestros caminos cuando no son los caminos de Dios. Necesitamos sacrificar nuestra resistencia a la cruz. Entonces, y sólo entonces, podemos experimentar el gozo de confiar en Dios.
El gozo en medio del sufrimiento viene de confiar en que Dios se preocupa por nosotros todo el tiempo, sin importar nada. El gozo surge de confiar en que Dios está armando un plan que cada cambiará cada mala situación en algo mucho mejor de lo que podemos imaginar.
El gozo proviene de darse cuenta que cada problema esta preñado de la actividad de Dios, es decir, una nueva vida se está gestando en el seno de Dios.
Así comienza nuestra resurrección.

El fragmento inspiracional de hoy: Arrepentirse significa dejar de lado nuestros caminos cuando no son los caminos de Dios.

Reflexión de las Buenas Nuevas
Miércoles de la 1ra. Semana de Cuaresma
Febrero 25, 2015

Santo de hoy: Beato Dominic Lentini
¿Qué es lo que les falta a las personas...


Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, 

© 2015 por Terry A. Modica

Escuche el evangelio meditado de hoy AQUI


El Poder sanador del perdón


Todos queremos tener una fe más fuerte. No obstante, esto implica ser más fuertes en nuestra santidad. El Espíritu Santo nos hizo santos, lo recibimos en plenitud durante nuestros Bautismos, pero aprender a vivir como lo que realmente somos no es fácil en nuestro mundo de hoy. Y sin embargo es esencial para incrementar nuestra fe y participar del poder milagroso de Dios.

La santidad requiere que peleemos contra el estilo de vida más fácil que nuestra carne prefiere. Requiere esfuerzo que, por ejemplo, permanezcamos en el espíritu de amor aún mientras los demás cometen pecados en nuestra contra. Nuestra fe es puesta a prueba en cómo nos manejamos con aquellos que nos desagradan: el ex-cónyuge, el sacerdote abusivo, el empleador que te despidió, o tu amigo que te traicionó y que no tiene deseo de rectificarse.

En la oración del "Padre Nuestro" que Jesús nos da en el pasaje del Evangelio de hoy, pone especial énfasis en el perdón. Al pedirle a Dios que perdone nuestros pecados de la misma forma en que nosotros perdonamos a aquellos que han pecado en contra nuestro, nos estamos tomando nuestra santidad muy seriamente. La medida de misericordia que damos a los demás es la medida que le estamos pidiendo a Dios que tenga con nosotros, pero ¿no preferimos generalmente, recibir más misericordia de la que damos?

No es que Dios retenga el perdón hacia nosotros como una coima para hacernos más perdonadores -- ya nos perdonó hace 2000 años cuando Jesús murió en la cruz en lugar nuestro. El hecho es que nos separamos del perdón de Dios cada vez que nos negamos a perdonar. En este tormentoso mar de nuestra actitud sin misericordia, encontramos difícil de creer, muy dentro de nosotros que merecemos ser perdonados así como otros merecen nuestro perdón.

Jesús nos está desafiando a amarnos en un nivel más santo y saludable. Dar el perdón nos libera para disfrutar de la vida; nos libera de la dependencia de lo que otros nos hacen o no nos hacen. Y, al entrar en el mundo del perdón, nos abrimos a todo el amor que Dios tiene por nosotros.

Está bien que no disfrutemos al perdonar a los demás, especialmente cuando ellos no tienen remordimientos. Jesús también quiso evitar su cruz. Pero el único camino hacia la resurrección es a través de la cruz.

Para crecer en la fe, debemos estar cerca de Jesús en buenos y malos momentos, cuando sus manos nos alcanzan con amor sanador y cuando sus manos están clavadas en la cruz. Al elegir perdonar a los otros que no muestran remordimiento, nos unimos a los sacrificios que Jesús hizo por nosotros: somos perdonados, somos salvados, somos sanados.

Identifica a las personas que aún no has perdonado verdaderamente. Toma la decisión de perdonarlos, luego medita sobre el dolor que Jesús sufrió por amor a ti. Date cuenta de cuánta compasión tuvo Jesús al hacer eso por ti, aun cuando no lo merecías. Recuérdate que Él continúa amándote igual cada día, sin importar lo que pase, estés pecando o no.

Reflexión de las Buenas Nuevas
Martes de la 1ra. Semana de Cuaresma
Febrero 24, 2015
Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/reflexiones-de-las-buenas-nuevas/.

© 2014 por Terry A. Modica

Nos apartamos del perdón de Dios cada vez que nos rehusamos a perdonar.
Lecturas de hoy
Isaías 55, 10-11
Salmo 33 4-7, 16-19
Mateo 6 7-15

Santo de hoy : Beato Tomas Maria Fusco

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Así dejamos de amar a Dios


Nuestro amor por los demás es nuestro amor por Dios. 

La primera lectura de hoy se extiende sobre una parte de los Diez Mandamientos -- los mandamientos sobre amar a los demás, no sobre amar a Dios. Si no amamos a los demás, no amamos a Dios.
¿Por qué? Porque Él se preocupa por todos, aún por los peores de los peores
. Si verdaderamente lo amamos a Él, nos preocupamos por aquellos que Él ama: todos, aún aquellos que rechazan la verdad sobre Él, aún por aquellos que nos rechazan y nos causan sufrimiento. 

Jesús nos dice en el pasaje del Evangelio de hoy que todo lo que hagamos a los demás en realidad se lo estamos haciendo a Él. ¿Por qué? Porque Él se unió a todo pecador -- incluso a los pecadores más terribles -- cuando vino a la tierra como uno de nosotros y se ofreció como sacrificio en la cruz por nuestros pecados.
Los peores de los peores en nuestras vidas son los "más pequeños de estos" a quienes debemos tratar de la forma en que nos gustaría tratar a Jesús, aún si no saben lo que Jesús hizo por ellos.
Nuestro amor por otros es nuestro amor por Dios. Cuando mentimos o decimos falsedades, le estamos mintiendo a Cristo mientras cuelga de la cruz. Cuando rompemos una promesa hecha a un niño, profanamos el nombre de Dios, que es el Guardián de las Promesas.
Cuando maldecimos a alguien que no nos puede escuchar o cuando hablamos mal de otros a sus espaldas, Dios nos escucha y lo toma personalmente. Cuando hacemos que tropiece un ciego (por ejemplo que un pecador peque más), Dios lo ve y lo toma en cuenta.
Cuando juzgamos a los demás injustamente como si supiéramos todo sobre sus corazones y motivos, juzgamos a Dios, que es el Juez. Cuando difamamosy protestamos por nuestros familiares o ex-cónyuges, difamamos a Dios.
Si ignoramos a nuestro prójimo que sufre cuando podemos ayudarle, volvemos nuestras espaldas al Señor que sufrió tremendamente.
Cuando nos damos cuenta que alguien está pecando, es correcto tratar de reprenderlo, pero si demostramos nuestro resentimiento hacia él, vengándonos o nos aferramos a nuestro enojo, estamos odiando a Dios, que es el Dador de Misericordia.
Y, ya que debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, cada vez que somos desagradables con nosotros mismos, estamos siendo crueles con Dios. 
Cuando elegimos no hacer el bien a los demás, estamos rechazando hacer el bien a Jesús, y así nos convertimos en las "cabras" que son separadas de Él. Amar significa HACER algo por el bien de otros y así también por Jesús. La "oveja" de la historia hizo buenas obras -- acciones de cuidado -- aún por aquellos que menos las merecían.
Una razón para HACER algo tan importante es porque cambia nuestros sentimientos. Es difícil mantener un enojo mientras hacemos un acto de amor


Reflexión de las Buenas Nuevas
Lunes de la 1ra. Semana de Cuaresma
Febrero 23, 2015

Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/reflexiones-de-las-buenas-nuevas/.
© 2015 por Terry A. Modica


Levítico 19, 1-2. 11-18
Salmo 18, 8-10. 15 (con Juan 6, 63b)
Mateo 25, 31-46
Santo de hoy: Policarpo
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¿Qué clase de ayuno ofrecerás a Dios?





En el pasaje del Evangelio de hoy, Jesús parece contradecir las enseñanzas de la Iglesia sobre el ayuno para Cuaresma. Considera que Jesús es nuestro "novio" que está con nosotros cada día en la Eucaristía y de otras muchas formas. La deducción es, entonces, que los Cristianos nunca deberían ayunar.

Para comprender lo que Jesús esta diciendo realmente, fíjate cómo describe Dios al ayuno en la primera lectura.

Hay dos razones para ayunar: una es para negarnos a nosotros mismos de algo que valoramos, como un acto de penitencia por nuestros pecados, y la otra es para dar a los demás algo que ellos valoran, como un acto de amor para nuestra santidad.

Ayunar como penitencia por nuestros pecados es beneficioso. No obstante, hacer buenas obras por los demás nos reditúa mucho más que lo que obtenemos al privarnos de buena carne, buenos dulces, o buena diversión. Nuestros sacrificios para Cuaresma deberían beneficiar a los demás, no sólo a nosotros mismos.

Caminar con Jesús significa que ayunamos como Él ayunó. ¿Qué dejó Jesús por Cuaresma? ¡Su vida!

Sus practicas cuaresmales comenzaron cuando entró al desierto y resistió las tentaciones de Satanás. Luego, abandonó su antiguo estilo de vida por una nueva vida de servicio. Abandonó el confort y la familiaridad que quedarse en su propia casa. Abandonó una buena reputación cuando comenzaron las persecuciones. Abandonó su tiempo para alimentar a aquellos que estaban hambrientos de sus palabras. Abandonó su propia voluntad cuando el Padre le pidió que hiciera lo que Él no quería hacer.

Pero ¿qué hay sobre nuestra necesidad de mejorar nuestra auto-disciplina y egoísmo al practicar la negación de uno mismo? ¿No es por esto que la Iglesia nos pide que ayunemos en Cuaresma? Si, ¡y es muy importante! Esta es nuestra propia experiencia de desierto. Jesús ayunó de comida y de otras comodidades físicas durante sus tentaciones en el desierto.

Cuando queremos sobreponernos a las tentaciones, deberíamos definitivamente ayunar para mejorar nuestra auto-disciplina, pero esto es sólo el comienzo. Estamos llamados a llevar nuestra santidad al mundo. Estamos llamados a ayudar a los demás.

¿Cuál es la base, la razón principal de cualquiera de nuestros pecados? La falta de amor. Si supiéramos cómo nuestros pecados hieren a los demás -- si realmente pudiéramos ver los efectos dañinos -- nos sentiríamos tan horrorizados por cometer el pecado. El problema es, no nos tomamos el tiempo para examinar cuán perjudiciales son nuestros pecados hasta que el acto está realizado y experimentamos sus consecuencias.

La clase de ayuno que Dios quiere de nosotros es proactivo, no reactivo. Haciendo el bien a los demás es una disciplina espiritual que nos purifica, incrementa el flujo de amor, y vence nuestro egoísmo sin que nadie salga lastimado.


Reflexión de las Buenas Nuevas
Viernes después del Miércoles de Ceniza
Febrero 20, 2015

Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/reflexiones-de-las-buenas-nuevas/.

© 2015 por Terry A. Modica
Lecturas de Hoy :

Isaías 58, 1-9
Salmo 50, 3-6. 18-19
Mateo 9, 14-15


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