En la lectura del Evangelio de hoy, tenemos a Zaqueo, un hombre que era demasiado corto de estatura para ver a Jesús cuando estaba rodeado por una multitud. ¡Pero a él no le faltaba determinación! Él estuvo tan ansioso de experimentar a Jesús que él hizo algo que nadie más estaba haciendo: El subió a un árbol. Quizás fue vergonzoso. Quizás las personas pensaron que él era raro. Quizás alguien trató de convencerlo para que se bajara. Quizás el árbol estaba áspero y desgarró su piel. Pero eso no lo detuvo. Jesús estuvo muy complacido por su determinación y su creatividad para solucionar problemas. Nuestro Señor lo escogió para darle atención especial y para cenar con él y asegurarlo de su salvación. ¿Qué en tú vida está demasiado "corto"? ¿Qué en tu espiritualidad está demasiado pequeño? ¿Y cómo puedes vencer esta desventaja para que puedas ver mejor a Jesús? Él está esperando que lo trates de encontrar, que lo llames con fuerza y determinación, que tú motivación sea pura y tú arrojo fuerte. Después él te hará una visita especial y cenará contigo en el banquete de la Eucaristía y te asegurara de su amor eterno. ¿Te parece que tú poder de oración es demasiado pequeño? Eso es porque Jesús no va a tronar sus dedos como un genio mágico para contestar tus oraciones. Él quiere encontrarte en tus problemas y caminar contigo en la oscuridad y traer gracia salvadora a tu necesidad. Es justo y bueno sentirse mal cuando enfrentas dificultades. Jesús quiere que dependas de su Espíritu Santo en vez de en tus habilidades. Cuándo nos damos cuenta de que carecemos de algo que es necesario para soportar una dificultad o que tenemos carencias para amar al que es difícil de amar o para llegar a los corazones de los que están cerrados, nosotros nos damos cuenta de cuánto debemos depender de Dios; en estos momentos nosotros crecemos en humildad y en gracia. Gracias a su humildad, Zaqueo pudo ignorar la burla de los que quizás se burlaban de su entusiasmo que lo hizo subir al árbol. A causa de su humildad, Zaqueo se arrepintió de su avaricia devolviendo generosamente a las personas lo que él les había estafado. Debido a tal entusiasmada humildad, Zaqueo tuvo el honor de recibir al Señor en su hogar. En tal humildad, Zaqueo recibió gracia abundante. Después de todo, fue la gracia de Dios que permitió que él pensara en algo fuera de la conducta normal y que subiera al árbol; y fue la gracia de Dios la que lo ayudó a arrepentirse de sus pecados. Dios continuamente nos ofrece toda la ayuda que necesitamos para vivir en santidad. Zaqueo respondió a esa gracia, y ¡mira los resultados! Lo mismo puede suceder para ti en tu lucha diaria para vivir una vida buena y santa. Cualquier cosa de la que "carecemos"; o de cualquier manera cuando nos sentimos inadecuados; nunca hay escasez de LA GRACIA. Todo lo que tenemos que hacer es darnos cuenta de que necesitamos - y por lo tanto queremos - la ayuda de Dios. Una vez que lo hacemos, entramos en LAS GRACIAS que se desarrollan del plan de Dios. Reflexión de Las Buenas Nuevas
Martes de la Trigésima Tercera Semana del Tiempo Ordinario
15 de noviembre, 2011 Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org , registrada en el registro de propiedad literaria (c) 2011. Para obtener permiso para reenviar este o imprimirlo o copiarlo, vaya a Derechos de autor |