Fé y perdón


En un capítulo posterior de las cartas de San Pablo a los Romanos, dice que todas las cosas (aún las malas, incluso las espantosas, y hasta las que parecen destructivas) pueden ayudar para el bien de los que aman al Señor (v. 8:28). ¿Cómo es posible esto? ¿Cómo sucede? La respuesta la encontramos en nuestra primera lectura de hoy.

Como la fe de Abraham, nuestra fe en Dios nos es acreditada a nosotros como justificación. A diferencia de Abraham, quien fue un modelo de fe extraordinaria, tú y yo no estamos plenamente convencidos de que Dios hará todo lo que ha prometido. Si así fuera, nunca nos desesperaríamos o temeríamos o perderíamos la esperanza. Pero la buena noticia es ésta: Jesús fue entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitado por el Padre para nuestra justificación. En otras palabras, Jesús pagó el precio de nuestros pecados. La justicia ha sido cumplida, y si tenemos fe en el regalo de su sacrificio, estamos capacitados para vivir rectamente - somos un pueblo santo trabajando diligentemente para parecernos a Jesús cada día más.
Nuestra justificación puede ser entendida únicamente en el contexto del plan de salvación de Dios. 

Teniendo fe en la capacidad de Cristo y en su deseo de cargar con la destrucción que hemos causado por nuestros pecados, y por tener fe en el poder de Dios Padre que resucitó a Jesús de la muerte para nuestra redención, recibimos la redención de nuestras almas (dándonos vida eterna en el cielo) y en las circunstancias de cada día (convirtiendo tentaciones en victorias y malas situaciones en bendiciones).
Por la misericordia de Dios, lo que era malo es redimido. Nuestros pecados, cuando nos arrepentimos, nos llevan a la redención de Cristo. Nuestra necesidad de perdón se convierte en nuestro camino de santidad.

Lo mismo se aplica a todo lo que es malo. Dejando que Cristo sea el redentor de todo lo que no es celestial en nuestras vidas, las tragedias se convierten en oportunidades para grandes triunfos cuando nos fortalecen en la compasión y la resistencia y en otros frutos de una vida santa.
Las enfermedades y las dificultades se convierten en purificadores que nos limpian del egoísmo, incrementan nuestra compasión y nos enseñan a ofrecer nuestros sufrimientos a Cristo por el bien de la redención de otros.
Las relaciones difíciles se convierten en lecciones de aprendizaje de como amar a todos incondicionalmente.
Las dificultades se convierten en ministerios que llegan a otros, permitiéndonos hacer una diferencia de forma tal, que sería imposible de otra manera. 
Si nosotros ponemos nuestra fe en Jesús como Redentor, nosotros somos justos. Mientras más confiemos en ésta verdad, más capacitados estaremos por la fe para vivir rectamente.

Reflexiones de las Buenas Nuevas
Lunes de la Vigésima Novena Semana del Tiempo Ordinario
Octubre 21, 2013
Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Módica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. USA. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/ReflexionesDiarias/index.html
© 2013 por Terry A. Módica

Lecturas de hoy:
Romanos 4:20-25
Lucas 1:69-75 (con 68)
Lucas 12:13-21