La paz que Jesús da...




    
                                  


En el evangelio de hoy, Jesús dice que él no vino a traer paz a la tierra y en otras partes (muchas otras partes) él dice, "Mi paz os doy." ¿Es eso una contradicción?

A quien Jesús le estaba hablando y ¿qué clase de paz estaban esperando? Ellos esperaban una paz política, pero Jesús vino a traernos paz en nuestras almas, lo cual sólo pasa a través de la conversión y dejando a Dios encargarse de nuestras vidas en cada momento de cada día.
Las personas estaban buscando por un Mesías para que le trajera paz a Israel, defendiendo a los Romanos. En cambio, ellos recibieron al Mesías quien los dividió, aquellos quienes aprendieron la verdadera paz interior de aquellos quienes estaban buscando la paz mundana.

En misa y en nuestras oraciones privadas, con frecuencia rezamos por la paz del mundo y para que nuestros soldados vuelvan a casa, pero nunca ha pasado que todas las guerras hayan acabado y todo el peligro terminado - no antes de la Segunda Venida de Cristo. Está muy bien rezar para que se acabe la guerra del mundo, y los Papas nos han pedido rezar el Rosario para este propósito.
Sin embargo, la oración más importante es pedir por la paz interna que sólo Cristo puede darnos. 

 Las guerras contra los terroristas y las guerras entre las naciones solo terminaran cuando ambas partes descubran la paz de Cristo. Esto es una nueva llamada de evangelización que nuestro Santo Padre Juan Pablo II repetidamente hizo. ¡Evangelizar, es nuestra arma más poderosa y aun así, la mayoría de los católicos no se ven todavía ellos mismos como evangelistas! Muchas parroquias ni siquiera tienen un programa de evangelización.
Jesús vino a prender fuego en la tierra. La Evangelización es esparcir ese fuego. La llamarada por la cual él estaba esperando con tanta angustia era el fuego del Espíritu Santo, quien faculta la santidad en todos quienes la reciben y paz en todos los que confían en él.

Jesús le dio su Espíritu Santo al mundo después del bautismo de la muerte y la resurrección. Fue en ese momento que el reino de paz comenzó. Desde entonces, cualquiera que quiera verdadera paz puede tenerla sea que el mundo esté en guerra o no, aunque en nuestras vidas enfrentemos batallas personales.
¿Te sientes emocionado acerca de la paz? El fuego que está encendido en nosotros, que nos mueve a llevar la paz de Cristo, es la presencia del Espíritu Santo. El propósito de esta pasión es cambiar el mundo alrededor de nosotros para llevar la paz de Cristo a aquellos quienes están listo para recibirla.
La angustia de Jesús es la misma angustia que nosotros sentimos cuando vemos la necesidad de que el Espíritu Santo queme el mal fuera de una persona o una situación. Jesús ha puesto todo su corazón, alma Y cuerpo en la misión. ¿Qué quisieras hacer para que el fuego santo de su Espíritu pueda descender en tu mundo y acabe con el mal que has estado esperando que termine? 

Reflexiones de las Buenas Nuevas
Jueves de la Vigésima Novena Semana del Tiempo Ordinario
 Octubre 24, 2013

 



Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Módica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. USA. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/ReflexionesDiarias/index.html, registrada en el registro de propiedad literaria (c) 2013. Para obtener permiso para re enviar este o imprimirlo o copiarlo, vaya a Derechos de autor
© 2013 por Terry A. Módica


           
Lecturas del día:
Romanos 6:19-23
Salmo 1:1-4, 6 (con 40:5)
Lucas 12:49-53
  
           
  
La puerta de la fe
  
  1. «La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida.
  2. No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta (cf. Mt 5, 13-16). Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente (cf. Jn 4, 14).
  3.  Año de la fe. Comenzó el 11 de oct de 2012, terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de nov de 2013.
  4. En esta perspectiva, el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31).
  5. Confiemos a la Madre de Dios, proclamada «bienaventurada porque ha creído» (Lc 1, 45), este tiempo de gracia.
                     BENEDICTUS PP. XVI (convocatoria al año de la fe)