Eso suele ocurrir cuando se tiene puesta la mirada en las grandes construcciones, en las grandes hazañas? ¿Cuántas veces vemos a alguien y decimos: "ése si sabe vivir. Tiene casa, carro, buena ropa, viaja. Y yo aquí perdiendo el tiempo y sin vivir"?
Y no nos damos cuenta que se tiene lo más valioso: la vida que Dios nos da. Una vida con familia, con hijos o sobrinos; con hermanos o primos con los cuales convivir. Cada día un plato con comida en la mesa,
El aire que se respira, la brisa que nos acaricia, la flor que alegra nuestra vista, la lluvia que limpia el ambiente y calma la tierra; el frío que nos hace acurrucarnos junto a la persona amada; el sol que nos permite tener luz.
En el Evangelio de hoy, Jesús nos dice que las piedras de las grandes construcciones a las que admiramos y en las cuales ponemos nuestro orgullo, caerán. Nos dice también que habrá terremotos y grandes calamidades, pero que antes de todo éso, seremos perseguidos y tal vez eliminados, quizás por nuestros propios familiares.
Y sin embargo, nos promete que ninguno de nuestros cabellos se perderá y seremos salvados, nuestras almas serán salvadas, si hemos sido perseguidos por causa suya.
¿Puedes darte cuenta del órden en que suceden las cosas? Primero hemos sido perseguidos, torturados y tal vez aniquilados, por seguirlo a El; pero aquellos que lo hicieron, sufren en los terremotos y calamidades, mientras nosotros permanecemos cuidados en su Amor y por su Amor.
Esto me hace valorar cada minuto, cada segundo de mi vida; cada persona que entra en ella, porque seguramente Dios la ha enviado por alguna razón para mí desconocida. Cada dolor, cada enfermedad, porque seguramente Dios ha permitido que suceda, con algún propósito para mí desconocido, pero con la validez suficiente para hacer de mi vida, una vida digna de ser vivida.
Las grandes calamidades y terremotos en nuestras vidas, son ésos dolores, ésas enfermedades, ésos sinsabores y amarguras con que somos perseguidos.
Las grandes obras que hemos hecho, nuestras casas y carros perecerán, pero nuestras almas no. Esas vivirán en el Amor de Dios, en el Amor del Padre.
Hay tantas personas que creen que la vida termina cuando el cuerpo se acaba. Es porque no conocen que Cristo resucitó y ascendió al Cielo, dando con ello prueba de que el Cielo existe y de que estaremos en El, si somos fieles a Dios.
El Cielo no es una zanahoria que se pone a los ojos del caballo, para que corra más pronto. El Cielo es tangible, como tangible fué la Resurrección y Ascensión de Cristo Jesús.