Todas las enseñanzas de Jesús pueden resumirse en el pasaje del Evangelio de hoy: "Ama a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, y con todas tus fuerzas, y ama a tu prójimo como a ti mismo Cuando mi papá falleció en una ciudad lejana a la nuestra, tenía dos pequeños y una mujer de quienes hacerse cargo. Habían llegado en busca de una casa y encontraron la muerte en forma de un asesinato. Mi abuelita (la que nos crió a mi hermana y a mí desde bebés) era su madre. Ella después de llorar a su hijo, se secó las lágrimas y se hizo cargo de la situación. Se trajo a la mujer y a los niños, les ayudó a poner su casa, les ayudó a comenzar su nueva vida y estuvo con ellos hasta el fn de sus días. Esto lo recordé al leer en Oseas pedir a Israel arepentirse de sus pecados y regresar a Dios. El los hará florecer como azucenas y les hará descansar. ¿Cuántas veces al sentirnos sólos o encontrarnos en situaciones difíciles, recurrimos al consejo o a buscar la ayuda de alguien en vez de buscar la de Dios? ¿Ciántas veces buscando el consuelo, el consejo de alguien no acudimos a nuestros padres y terminamos cometiendo errores fatales? Oseas nos dice que dejaremos de adorar a aquello que hacemos con nuestras manos. ¿Cuántas veces nos enamorarmos de nuestras obras, de nuestros trabajos, de lo que creamos y hacemos de ello nuestros dioses? Hay tantas maneras en que tropezamos en los "caminos rectos del Señor" que menciona Oseas.Y cada tropezón es doloroso y puede dejar huellas profundas en nosotros. ¿Cuántas veces personas se nos acercan buscando en nosotros consuelo, una mano amiga y no estamos preparados para ayudarlos de la manera recta que espera Dios y terminamos empujándolas a cometer errores peores? Cuando Jesús nos dice que amemos a Dios por sotre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos, está aludiendo a la naturaleza benévola que Dios infundió en nosotros, porque aún aquellos que aconsejamos mal a alguien, recibimos una ayuda aunque sea equivocada. Y ésto es porque no caminamos en los senderos de Dios que son rectos, ya sea por ignorancia, ya sea por nuestra pereza o por cualquier otro pecado. Es por ello, que debemos conocer los preceptos de Dios y descubriremos en ellos cuántos nos ama, cómo cada uno de ellso está pensado para cuidar de nosotos, para protegernos, para hacernos descansar de nuestras fatigas. El amor al prójimo incluye entonces el prepararnos en los caminos de Dios para no "andar regando el tepache" como decimos por acá, para no andar cometiendo errores o ayudar a otros a cometerlos. Cuando pienso en todos los años que viví alejada de sus caminos, veo el porqué sufrí tanto, el porqué cometí tantos errores. Y valoro mucho más la vida que tengo actualmente llena de calma y tranquilidad, una vida tan distinta a la anterior sobre todo para mi espíritu. Y terminé agradeciendo como san Agustín cada uno de ésos errores que me han traido a los pies de Cristo: "¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de tí aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti." dijo San Agustín. Dios es tan maravilloso que nos cubre con mejores vestidos y nos da de beber de su vino y de la preciosa carne de su Hijo que nos llena de paz. No esperes más para conocer a tu Creador en su Palabra escrita, en la oración, en su Iglesia y sus preceptos. Sólo se ama a quien se conoce. Dios te conoce mejor que tú mismo. Te llama y quiere que lo conozcas y lo ames. Salmo 80,6c-8a.8bc-9.10-11ab.14.17 R/. Yo soy el Señor, Dios tuyo: escucha mi voz Oigo un lenguaje desconocido: «Retiré sus hombros de la carga, y sus manos dejaron la espuerta. Clamaste en la aflicción, y te libré. R/. Te respondí oculto entre los truenos, te puse a prueba junto a la fuente de Meribá. Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti; ¡ojalá me escuchases, Israel! R/. No tendrás un dios extraño, no adorarás un dios extranjero; yo soy el Señor, Dios tuyo, que te saqué del país de Egipto. R/. ¡Ojalá me escuchase mi pueblo y caminase Israel por mi camino!: te alimentaría con flor de harina, te saciaría con miel silvestre.» R/. |
Viernes de la Tercera Semana de Cuaresma
Marzo 28, 2014
Esta reflexión fue realizada por Laura Aguilar para Puntadas católicas © 2014
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