Abraham como hemos visto, fué llevado con toda su familia por Dios a unas tierras a las que dió como heredad perpetua, donde fué fecundo y de él nacieron reyes y nacieron pueblos. Dios cumplió su pacto con él, como nos dice la primera lectura.
Cristo habla ahora ya no de una tierra, ya no de un lugar en específico. Cristo propone a sus discípulos una nueva tierra, la tierra celestial, la gloria del Padre por quien fué enviado. Cristo habla a los judios de la vida eterna, de la vida más allá de la muerte del cuerpo y lo insultan y lo llaman endemoniado. Le preguntan cómo es posible que asegurara haber visto a Abraham si es muy joven para ello. ¿Cuántas veces, nosotros somos como los judíos, cuántas veces nos negamos a escuchar a otras personas sólo porque son jóvenes o porque piensan distinto a nosotros, o porque son pobres o porque los vemos mal vestidos o porque son viejos o porque no estudiaron, o porque...? Recuerdo alguna vez a mi mamá acudir a mi casa a buscar un consejo sobre una situación específica, tomar en cuenta mi pensar y no por ello, su autoridad como madre disminuyó ni un ápice. Recuerdo a mi mamá preguntarme porqué había hecho tal o cual cosa y estar de acuerdo con lo que había realizado. No porque yo fuera más sabia que ella, ya que ella vivió mucho más que yo, sino porque mi madre era humilde y aceptaba ideas nuevas que pudieran ayudarla. Y es que los jóvenes tienen mucho que decir. No porque no sea uno madre físicamente, no puede uno opinar sobre hijos, ya que hemos sido hijos. No porque uno no esté casado, no puede opinar sobre el matrimonio, ya que provenimos de uno ya sea formado por padre, madre, hijos y familiares o porque provenimos de los ahora llamados "familias disfuncionales" Yo ví a mi mamá sostener a su familia a pesar de las mil y una pruebas a la que el mundo la enfrentó, a pesar de sus propios errores. Dios la llamaba constantemente y ella no alcanzaba a entender cómo abrir la puerta seguramente, porque mi mamá oraba mucho, buscó a Dios en varios lugares hasta que finalmente llegó a su vida y su vida y la nuestra, cambió para bien. Conozco personas que no quisieron escuchar una voz, porque era más joven que la suya, una voz que les propuso lo que les parecía algo cruel: cargar su cruz y dejar que sus hijos cargaran con la suya propia. Y en ése no abrir el oido y menos el corazón, terminaron por hacer el camino de sus hijos más pesado. Yo podría pensar ¿cómo es posible que se esté uno dando de golpes con la pared todo el tiempo si ése camino no te ha llevado a nada bueno? Si pasa y pasa el tiempo y las cosas van peor o vamos dando tumbos por la vida: unos días bien y otros días mal y unos regular. Tal vez lo que hemos hecho porque asi lo hacemos, no sea lo correcto. Jesús dice hoy como hace mucho tiempo: «Os aseguro: quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre.» La vida eterna es el lugar al que Cristo desea llevarnos. Y tal vez te estarás preguntando como muchos: ¿entonces debo sufrir todo el tiempo para poder ser digno de ir al Cielo? Y yo te podría contestar: ¿Cristo cargó su cruz toda su vida? La cruz en nuestras vidas se presenta en los momentos en que el sufrimiento se presenta y es de una manera como en gotas. Nosotros no somos capaces de cargar con una cruz como la de Cristo y Dios lo sabe. El mismo Jesús nos dice que al lugar que El va, nosotros no podremos ir. Sin embargo, nuestras pequeñas cruces aunque a nosotros nos parezcan grandes no son en nada como la que Cristo llevó. La vida eterna podemos empezar a vivirla aquí como a Abraham le fué prometida, porque fué hecha por el mismo Dios que prometió através de Cristo la vida eterna en el Cielo. Cuando logramos entender ésto, nos damos cuenta de lo hermosa que es nuestra cruz que nos acerca a Cristo en sus padecimientos y nos damos cuenta de lo hermosa promesa que Dios nos ha hecho através de los profetas anteriores a Jesús, porque El no vino a acabar con nada, sino a llevar nuestra vida a la perfección. Como El mismo dice: El estuvo antes de Abraham y estará por siempre, hasta el fin de los tiempos. Salmo Sal 104,4-5.6-7.8-9 R/. El Señor se acuerda de su alianza eternamente Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro. Recordad las maravillas que hizo, sus prodigios, las sentencias de su boca. R/. ¡Estirpe de Abrahán, su siervo; hijos de Jacob, su elegido! El Señor es nuestro Dios, él gobierna toda la tierra. R/. Se acuerda de su alianza eternamente, de la palabra dada, por mil generaciones; de la alianza sellada con Abrahán, del juramento hecho a lsaac. R/.
Reflexión de Laura Aguilar para Puntadas católicas.
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