Moviendo montañas

00Ora primero por tus enemigos; ¡luego estarás realmente moviendo montañas!


En la lectura del Evangelio de hoy, Jesús maldice la higuera y en 24 horas se marchita hasta las raíces. ¡Sería buenísimo poder hacer lo mismo con las malezas en nuestros patios! Hay un arbusto espinoso en mi patio trasero al cual no he podido maldecir exitosamente, aún usando químicos potentes. Sin embargo,
Jesús dice que "si estás listo para creer que recibirás todo lo que pidas en la oración, todo te será dado".

 Entonces, ¿por qué somos tan cobardes a la hora de rezar? Sí creemos que Dios puede contestar nuestras oraciones, y trabajamos duro para creer que quiere responderlas, y a veces sí nos envalentonamos y decimos: "Sí creo que recibiré todo lo que pida, sí lo creo, sí lo creo, sí lo creo".

Pero no lo creemos realmente.

Haz esta prueba ¿Tu fe está tan intacta que no tienes absolutamente ninguna ansiedad, preocupación, miedo o duda con respecto a cada situación sobre la cual estás rezando? Mi fe tampoco está tan intacta. Okey, entonces estamos quedándonos atrás con lo que nos dijo Jesús: "Lo que pidas en la oración, cree que lo recibirás y será tuyo". ¿No puede Dios, cuyo poder y amor es infinito, compensar nuestra falta de fe y responder a nuestras oraciones sin importar cuán inciertos nos sintamos?

¡Sí! ¡Y lo hace cada día! Es la única razón por la cual nuestras oraciones han sido contestadas en general. Pero no es una falta de fe lo que produce dudas. Es una falta de amor.

No podemos creer verdaderamente que Dios contestará nuestras oraciones si no creemos plenamente en su preocupación amorosa por nuestras necesidades y deseos. Si lo que pedimos es santo, si lo que pedimos es sano y si contribuye al bien en el mundo, entonces por supuesto que el gran amor de Dios es, entonces, una inmediata así como una contínua respuesta a nuestras oraciones. No existe motivo alguno por el cual nuestras oraciones fracasarían -- ningún motivo excepto nuestra desconfianza en el amor de Dios.

La desconfianza en su amor se hace evidente en nuestra falta de perdón hacia los demás. No es casualidad que Jesús nos instruye a perdonar a los demás mientras nos explica cómo mover montañas. Lo que sembramos es lo que cosechamos. Si no perdonamos a los demás, nos robamos a nosotros mismos del poder de la oración porque la falta de perdón nos separa de Dios.

La falta de perdón significa que le decimos que no al amor. ¿Cómo podemos increpar a las higueras o mover montañas si nos desconectamos del amor de Dios?

Pídele al Espíritu Santo que te recuerde a aquellas personas a las que aún tienes que perdonar -- ¡y no te olvides de incluirte a ti mismo! Luego elige perdonarlos a todos, lo merezcan o no. Perdonarlos no significa que apruebas su comportamiento hiriente. El perdón libera tu amor, lo cual libera tu relación con Dios, lo cual libera tu poder de oración.

Primero reza por tus enemigos; ¡entonces estarás verdaderamente moviendo montañas!



Reflexión de las Buenas Nuevas
Viernes de la 8va. Semana del Tiempo Ordinario
Mayo 29, 2015

 
Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/reflexiones-de-las-buenas-nuevas/.

© 2015 por Terry A. Modica



Lecturas de hoy
Sirácides 44, 1.9-13
Sal 149, 1b-6a.9b
Marcos 11, 11-26

 

 
Oración:
Señor, haz que mi fe crezca en un corazón libre de rencores y que arraigada en tu amor, mi confianza en ti supere toda lógica humana. Amén.