¿Qué está carcomiendo tu alegría?







En nuestra primera lectura de hoy, continuamos con la historia de la pobre Ana. Su alegría ha sido carcomida por años de esterilidad. Ahora lo somete todo a Dios; aun lo que ella más desea -- un hijo -- al prometerle consagrárselo a Él si la ayuda a concebir. En esa sumisión total, sus oraciones, finalmente, fueron respondidas.

Qué triste que se haya permitido a sí misma permanecer confundida por tantos años, sintiéndose inferior por su esterilidad, en lugar de haber elegido confiar en Dios.

¿Le dio Dios un hijo porque, en su desesperación, negoció con Él en el templo? ¿La hizo esperar hasta que ella puso todo en sus manos? Por supuesto que no. Él no quería que ella sintiera desesperación ni que llegara al extremo de la agonía, que observamos en esta historia. El niño que Él le concedió era parte de su plan desde antes de que Ana misma naciera: el hijo que Él le dio era Samuel, quien se convertiría en uno de los sacerdotes más grande y santo de Israel, quién ungiría al primer rey (Saúl) y después encontraría y ungiría a David para reemplazar a Saúl, cuando este último se volviera dañino para Israel.

En la lectura del Evangelio de hoy, Jesús expulsa un espíritu dañino de un hombre. ¿Qué espíritus nocivos te están afectando? ¿Qué está carcomiendo tu alegría? ¿Quién te está haciendo sentirte inferior? ¿En qué te estás apoyando, que hace peligrar tu relación con Dios? ¿Qué te está impidiendo entregarte completamente a sus planes y encontrar la alegría en Él?

Incluso la religiosidad puede ser nociva. Puede sonar irreverente, pero -- ¿cumplimos con los ritos religiosos y hacemos buenas obras porque esperamos que con ellos lograremos sobornar a Dios para que nos responda nuestras oraciones? ¿O porque nos hace parecer buenos frente a los demás? Más bien, tendríamos que estar tan enamorados de Dios que los ritos y actos religiosos sean una expresión de nuestra devoción y que nuestra autoestima no provenga de las opiniones de los demás, sino del tremendo amor que Dios nos tiene.

¿Tienes entusiasmo o minimalismo? ¿Saltas en busca de nuevas oportunidades para crecer espiritualmente o simplemente te apoyas en lo que ya estás haciendo? Se requiere de mucho trabajo duro y determinación para madurar espiritualmente lo suficiente como para entregarle todo a Dios.

¿Estás esperando a que Dios te de detalles de lo que tienes que hacer a continuación o que te dé lo que estás esperando, porque simplemente negociaste con Él? En realidad, nos deberíamos anticipar, tomando la iniciativa y caminando hacia delante, dando el siguiente paso hacia el cumplimiento de los sueños y deseos santos, confiando en que Dios va a guiar nuestros pasos y nos mantendrá alejados del mal camino.

Dios no quiere que nos desesperemos, ni que negociemos con Él. Hay un plan en proceso. Él ya está haciendo lo que hay que hacer. Cuando estamos tristes, es el momento de que le entreguemos nuestras peticiones confiando, verdaderamente, en que Él hará lo mejor. Pero cuidado: esto puede ser una herramienta de negociación que usamos para tener el control o una confianza plena en su control divino.

¿Estás listo para rendirte?
Reflexión de las Buenas Nuevas
Martes de la 1ra. Semana del Tiempo Ordinario
Enero 12, 2016


Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/reflexiones-de-las-buenas-nuevas/.

© 2015 por Terry A. Modica


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Cita de Misericordia de hoy: San Buenaventura
Confiando en la misericordia de Dios, aun cuando te sientas tibio...

Oración para hoy
Padre del Cielo, ayúdame a saber esperar Tus tiempos sin desesperar, confiando en que Tú ya estás preparando algo para mi bien. Amén.

Se necesita trabajo y determinación para madurar espiritualmente lo suficiente para entregar todo a Dios.


Conoce un poco sobre su historia
Lecturas de hoy
1 Samuel 1, 9-20
1 Sm 2, 1.4-8
Marcos 1, 21-28

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