Calmando las tempestades que no podemos evitar


Es nuestra falta de fe la que hace que deambulemos lejos de la paz de Jesús y que temamos a los problemas.

¿Qué tormenta hay en tu vida en este momento? ¿De dónde vino? Te has preguntado: "¿por qué yo?"

Algunas tormentas ocurren porque vivimos en un mundo con mal tiempo y, sin importar lo que hagamos, no podemos evadir la agitación. Esas son oportunidades para fortalecernos en la fe aprovechando para aprender de los problemas. Gracias a ellos nos volvemos más humildes, nos sentimos más dependientes de Dios y, por ende, nos acercamos más a Él. Luego podemos ayudar a que los demás sobrelleven sus propias tormentas más efectivamente. (Nuestros sufrimientos no tienen sentido si no los convertimos en ministerios para los demás.)

Algunas tormentas parecen castigos de Dios, sobre todo cuando sabemos que nos los merecemos. Nos lanzamos hacia el camino de un huracán al pecar o al tomar malas decisiones y, aunque estas tormentas deberían darnos ganas de gatear hacia el regazo del Padre en busca de seguridad, si nos sentimos culpables podríamos verlas como motivos para temer a Dios y hasta enojarnos con Él.

Un ejemplo de tal tormenta son los sufrimientos causados al soportar un empleo miserable porque no hemos hecho suficiente esfuerzo para encontrar otro trabajo con la ayuda de Dios. Otro ejemplo es sufrir por las divisiones causadas en una relación importante, por no haber hecho el esfuerzo de examinar y lidiar con nuestras propias faltas.

Cuando tomamos malas decisiones y navegamos hacia territorios pecaminosos, creamos nuestras propias tormentas. La elección es nuestra -- siempre es nuestra. Dios nunca quiere que la vida nos castigue. Él manda muchas advertencias y luego, si de todas maneras nos metemos en un lío, Jesús nos hace señas. Él tiene ganas de calmar nuestras tormentas y sabe que lo puede hacer, las tormentas sólo son interrupciones en los cielos pacíficos del amor de Dios.

Aunque es cierto que merecemos ser castigados por nuestros pecados, Jesús sufrió la justa ira del Padre sobre su propia carne para que nosotros pudiéramos recibir misericordia en vez de castigo. Como vemos en el Evangelio de hoy, Jesús quiere calmar nuestras tormentas, no causarlas.
Cuando nosotros, como los discípulos, clamamos: "Señor, ¡sálvanos!" Jesús contesta: "¿Dónde está tu coraje? ¡Cuán poca fe tienes! Mi paz ya está aquí". Es nuestra falta de fe -- nuestra falta de consciencia de su presencia pacificadora  -- que hace que nos alejemos de su paz y temamos a las aguas turbulentas.

Si realmente supiéramos que nos ama más allá de toda medida, si realmente entendiéramos que Él quiere lo mejor para nosotros, si realmente confiáramos en que sus caminos son los mejores, reconoceríamos las advertencias de mal tiempo y nos alejaríamos de las tormentas que son fáciles de evadir y sobreviviríamos a todas las demás tormentas sin hundir nuestros barcos.

¿De qué necesitas que Jesús te salve hoy? Confía en Él, calmará tus miedos hoy y te llevará a orillas pacíficas.

© 2016 por Terry A. Modica. Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, y es utilizada bajo la responsabilidad del grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami, Fl.  Fuente: Good News Ministries en http://gnm.org/reflexiones-de-las-buenas-nuevas/, donde también se encuentra disponible una reflexión para los Domingos. La reflexión para los Sábados puede ser encontrada en: http://gnm.org/mirada-interior/.
 
Reflexión de las Buenas Nuevas
Martes de la 13ra. Semana del Tiempo Ordinario
Memorial de San Ireneo de Lyon
Junio 28, 2016

Cita de Misericordia de hoy: San Ireneo de Lyon
Él es nuestro Señor compasivo y misericordioso...
       

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Lecturas de hoy
Amós 3, 1-8; 4, 11-12
Sal 5, 4-8
Mateo 8, 23-27


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    Señor: ayúdame a recordar que en los momentos más                 difíciles de mi vida, Tú estás siempre de manera especial             conmigo. Creo que vencerás con tu poder para sacarme               adelante. ¡Gracias Señor! ¡Aumenta mi fe! Amén.
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