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Con frecuencia en los salmos encontramos esta invocación: “Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme”. Es un llamado al poder y a la misericordia del Señor para que nos saque de un peligro sea material o espiritual. A los peligros espirituales los llamamos “tentaciones”, a saber, incitaciones externas o internas al pecado. Lee esta anécdota.
Contó el abad Elías que un anciano vivía en un templo abandonado.
Vinieron entonces a verlo los demonios, y le decían: "Vete de nuestra casa".
Dijo el anciano: "Vosotros no tenéis casa".
Entonces los demonios empezaron a dispersarle todas las ramas de palma.
El anciano las recogió pacientemente.
Al final, tomándole la mano, un demonio lo arrastraba fuera del templo.
El anciano, llegado a la puerta, se agarró a ella con la otra mano y gritó: "¡Jesús, ayúdame!". Y el demonio huyó al instante.
El viejo se puso a llorar. Pero el Señor le dijo: "¿Por qué lloras?".
Contestó el anciano: "Porque se atreven a apoderarse de un hombre y hacer tales cosas".
Dijo el Señor: "Te has mostrado negligente, fíjate que me he dejado encontrar apenas me has buscado”.
Jesús está siempre listo. Es Dios y por lo tanto su poder y compasión son ilimitados.
Los peligros y tentaciones te ofrecen la ocasión para vivir la fe en el Señor, acrecentar la humildad y expresarle tu gratitud.
Son oportunidad de crecimiento. Aprovéchalos, pero no los busques.
“El que busca el peligro, en él perecerá”.
Sé valiente, ten ánimo; espera en el Señor.
* Enviado por el P. Natalio
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