Pan con manteca


La vida es como un camino lleno de flores... pero también tiene piedras.
Hay momentos buenos y malos. Sonrisas y llantos. Alegrías y desgracias. Dificultades varias que poco a poco vamos superando.

Y como todo camino, en algún momento también tiene un final.
Por eso, aprovecha cada día como si fuera el último, haciendo el bien y dando amor, teniendo presente que cuando llegues al final del camino ya no podrás hacer nada por mejorar “tus merecimientos”, de los cuales dependerá lo que Dios le otorgue a tu alma para toda la eternidad.




La oración humilde y confiada conmueve el corazón de Dios. A nosotros también nos enternecen los niños cuando con encantadora espontaneidad nos piden que les ayudemos a hacer un dibujo, a atarles los cordones de los zapatitos, etc., y no podemos negarnos. Su humilde confianza nos impulsa a prestarles cualquier servicio. Esto sucedió a la niñita Romina.

En un jardín de infantes de un Colegio de Hermanas había una niña, por nombre Romina, muy buena, pero también muy pobre. Un día advirtieron las compañeritas que al rezar el Padrenuestro, decía: “Danos hoy nuestro pan de cada día… con manteca”, y se echaron a reír, y fueron a contarlo a la Hermana.

Manifestó entonces la niña que, como su madre había quedado viuda con seis hijos, se había visto obligada a suprimir la manteca. Pero la pobre niña no se resignaba a ello; y por eso, al rezar el Padrenuestro pedía el pan… con manteca.

La religiosa le dijo que podía continuar pidiéndolo al Niño Jesús, pero que no lo hiciera en voz alta, para que no se riesen las demás. Dios oyó la oración de Romina, porque una de las otras niñas contó en su casa lo ocurrido en el colegio y, al saberlo la mamá, procuró enterarse del nombre y dirección de la madre de Romina, y mandó a su empleada doméstica que cada día dejara un paquete de manteca en esa casa. Cuando lo vio, Romina le dijo muy contenta a su madre: Mamá; ya tenemos aquí la manteca que le he pedido al Niño Dios.

“Si no vuelven ustedes a ser como niños, no entrarán en el Reino de los cielos”, dijo Jesús. Los niños son puros, inocentes, sencillos, sinceros, humildes, confiados. Pidamos al Señor con insistencia que estas cualidades que caracterizan a los pequeños, vayan configurando nuestro corazón para poder ver ese divino rostro que sólo se revelará a los puros de corazón.

* Enviado por el P. Natalio


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