“Sed ricos a los ojos de Dios”



¿Qué ves?
“Vanidad de vanidades y todo vanidad”. Este tema bíblico sobre la vanidad y la inconsistencia de la belleza, del poder, de la fama, del dinero, tiene especial actualidad en nuestra civilización que propone como supremo ideal de la vida del hombre el bienestar, el placer, la acumulación sin límite de los bienes materiales. Jesús nos dice: “Sed ricos a los ojos de Dios”.

Cierto día, hace muchísimos años, un comerciante rico y avaro, acudió a un sabio sacerdote anciano en busca de orientación.
 Éste lo llevó ante una ventana y le dijo:
 —Mira a través de este vidrio y dime: ¿qué ves?
 —Gente -contestó el rico comerciante.
 —Mírate en este espejo. ¿Qué ves ahora?
—Me veo a mí mismo -le contestó al instante el avaro-.
—He ahí, hermano, -le dijo entonces el santo varón- en la ventana hay un vidrio y en el espejo también. Pero ocurre que el vidrio del espejo está cubierto con un poquito de plata, y en cuanto hay un poco de plata de por medio, dejamos de ver a los demás y sólo nos vemos a nosotros mismos.

Encerrarte en ti mismo te dejará atrofiado y no te realizarás jamás. Una señal de madurez es entregarte más a los demás que a ti mismo.

 San Pablo insiste que seamos ricos en buenas obras, que demos con generosidad compartiendo las riquezas.
“Así —dice— adquirirán para el futuro un tesoro que les permitirá alcanzar la verdadera Vida”,
(1 Tm 6, 17-19)

* Enviado por el P. Natalio



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