Conócete a tí mismo



Perdón Señor, perdón.
Me pongo en tu presencia y te abro mi corazón.
Te pido perdón por las ofensas que te hago, perdón por los momentos en los que no merezco llamarme hijo tuyo.

Perdón por aquellas veces que no te veo en mis hermanos necesitados, por aquellas palabras de consuelo que no doy a quien las necesitaba.

Perdón por tropezar siempre con la misma piedra y por ser tibio en mi amor a ti. E
n tu infinita misericordia me confío, sé que no me abandonarás.
Dame las fuerzas necesarias para no caer y causarte pena.
Al iniciar la jornada te ofrezco esta humilde súplica e inicio mi día en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
 Amén.
(Padre Sam)



El pato en el corral
El conocimiento de uno mismo es llave de sabiduría, porque desde tu realidad personal puedes crecer y superarte. Epitecto, filósofo griego, escribió que “La cosa más difícil es conocernos a nosotros mismos; la cosa más fácil, hablar mal de los demás”. Conocerte es encontrarte con tus límites y fragilidades, y también con tus logros y fortalezas. Ten un tiempo para evaluarte.
Las gallinas y los pavos se burlaban del pato, porque no sabía correr; y hasta de volar y quizá de nadar opinaban, se había vuelto incapaz, desde que se acomodó a la buena vida del corral.
 El pato se sonreía y casi dejaba entender que la misma opinión tenía él de sus incapacidades.
De repente cruzó un perro disparando por entre las aves y la fuga fue general; pavos y gallinas, corriendo y volando, se desparramaron.
Cuando se acordaron del pato con asombro vieron que, de un vuelo poderoso, había ido a dar a una laguna retirada y que la estaba atravesando a nado con gran rapidez, habiendo hecho por lo menos dos veces más camino que el más veloz de ellos.
(G. Daireau).
Hay una realidad indiscutible, normal y prevista por Dios con un designio de amor: los talentos han sido distribuidos en forma desigual.

¿No te parece que es con el fin de hacernos crecer en el amor y el servicio complementándonos, ayudándonos, intercambiando los dones, integrándonos a la familia humana?
Nunca envidies, sino valora y desarrolla tus dones.

* Enviado por el P. Natalio