Acéptate a ti mismo



Por un sabio plan divino las personas somos distintas, tenemos diversas capacidades, diferentes inclinaciones y gustos.

Es una realidad y tienes que aceptarla sin dejarte alcanzar ni por la envidia del bien ajeno, ni por el orgullo de lo que te ha tocado.

Es señal de madurez la aceptación serena de ti mismo con tus capacidades y carencias.

Padre mío, en tus manos me pongo, con lo poco que soy, feliz de ser como soy.
Si alguna vez sentí tristeza y vergüenza de mi persona, te pido perdón por haberme avergonzado de la obra de tus manos.

Te doy gracias por haberme hecho capaz de pensar que pienso, portador de un aliento divino e inmortal.

Dame la gracia de perdonar-amar esta extraña personalidad.
En tu voluntad perdono-amo tantas cosas muy mías que hasta ahora no me gustaban.

En tus manos me pongo con lo poco que soy, feliz de ser como soy, amigo de mí mismo.
Hágase tu voluntad
(Ignacio Larrañaga).

Recuerda que los demás te necesitan tal como eres. No conviene que te pongas una máscara o representes una comedia. Puedes decirte a ti mismo: “voy a llevarles algo especial, pues nunca se encontraron ni se encontrarán con alguien como yo; soy una persona única salida de las manos de Dios”.
Dios te valora, hazlo tú también.

* Enviado por el P. Natalio



Resultado de imagen para benedicto XVI gifs

El Rosario es una oración contemplativa
 y cristocéntrica,
inseparable de la meditación de la Sagrada Escritura.

Es la plegaria del cristiano que avanza en la peregrinación de la fe,
siguiendo a Jesús, precedido por María"
(Benedicto XVI)



Santa María es —así la invoca la Iglesia— la Reina de la paz. Por eso, cuando se alborota tu alma, el ambiente familiar o el profesional, la convivencia en la sociedad o entre los pueblos, no ceses de aclamarla con ese título:
«Regina pacis, ora pro nobis!» —¡Reina de la paz, ruega por nosotros!

¿Has probado, al menos, cuando pierdes la tranquilidad?... Te sorprenderás de su inmediata eficacia.

Fijaos en una de las devociones más arraigadas entre los cristianos, en el rezo del Santo Rosario. El Rosario no se pronuncia sólo con los labios, mascullando una tras otra las avemarías. Para un cristiano, la oración vocal ha de enraizarse en el corazón, de modo que, durante el rezo del Rosario, la mente pueda adentrarse en la contemplación de cada uno de los misterios.

(San Josemaría Escrivá)