La oración humilde y confiada



La oración humilde y confiada conmueve el corazón de Dios. A nosotros también nos enternecen los niños cuando con encantadora espontaneidad nos piden que les ayudemos a hacer un dibujo, a atarles los cordones de los zapatitos, etc., y no podemos negarnos. Su humilde confianza nos impulsa a prestarles cualquier servicio.

¡Lo que tú quieras, Señor!, pero te pido fe para mirarte en todo, esperanza para no desfallecer, caridad perfecta en todo lo que haga, piense y quiera. Dame paciencia y humildad. Dame desprendimiento y un olvido total de mí mismo. Dame, Señor, lo que tú sabes me conviene y yo no sé pedir. ¡Que pueda yo amarte cada vez más y hacerte amar de los que me rodean! ¡Que sea yo grande en lo pequeño! ¡Que siempre tenga el corazón alerta, el oído atento, la mente activa y el pie dispuesto! ¡Derrama, Señor, tus gracias sobre todos los que quiero! Amén.

La oración que haces al comenzar la jornada y al terminarla, es la expresión de tu amor y confianza en Dios. Entre estos dos momentos, si amas de verdad a Dios con toda el alma y con todas las fuerzas, como dice la Palabra, de alguna manera el recuerdo y la presencia del Señor te acompañarán en las variadas tareas de tu jornada.
* Enviado por el P. Natalio




Palabras del Santo Padre Pío



“Yo te amo, Señora amabilísima, y por el amor que te tengo, prometo querer servirte siempre y hacer todo lo que pueda para que tú seas amada más por los demás.

Pongo en ti, después de Jesús, todas mis esperanzas, toda mi salud, acéptame como tu siervo, y acógeme bajo tu manto, tú, Madre de Misericordia. Y ya que eres tan potente ante Dios, líbrame de todas las tentaciones o obtenme la fuerza de vencerlas hasta la muerte”.