Se ha escrito que un corazón sin ideales es como un cielo sin estrellas. Alimentar objetivos atrayentes y hermosos dinamizan la rutina diaria, alegran la vida y te impulsan a entregarte con todas tus capacidades a la tarea cotidiana, por modesta y sencilla que sea. Aquí tienes una anécdota que ejemplifica este principio.
Tres obreros
Un transeúnte se detuvo un día ante una cantera en la que trabajaban tres compañeros.
Preguntó al primero: "¿Qué haces, amigo?"
Y éste respondió sin alzar la cabeza: "Me gano el pan".
Preguntó al segundo: "¿Qué haces, amigo?"
Y el obrero, acariciando el objeto de su tarea, explicó: "Ya lo ves, estoy tallando una hermosa piedra".
Preguntó al tercero: "¿Qué haces, amigo?"
Y el hombre, alzando hacia él unos ojos llenos de alegría, exclamó: "Estamos edificando una catedral".
Y el caso es que los tres estaban realizando el mismo trabajo.
Es hermoso que alimentes en el corazón grandes ideales para movilizar tus ocultas energías.
Pero, al mismo tiempo trata de ser realista cuidando los pequeños esfuerzos que te conducirán al logro de tus ilusiones.
“Si quieres mantener tu surco derecho, ata tu arado a una estrella”
(M. Hebrard).
* Enviado por el P. Natalio
"La hostia consagrada es un milagro de amor, es un prodigio de amor, es una maravilla de amor, es un complemento de amor, y es la prueba más acabada de Su amor infinito hacia mí, hacia ustedes, hacia el hombre"
(Santo Cura Brochero)