¿Para qué nos sirve alabar?


1) Para  saber

Parecería lógico que en momentos de crisis nos dirigiéramos a Dios con una oración de súplica, sin embargo, el Papa Francisco, en una Audiencia, nos hace notar cuál fue la actitud de Jesús ante una situación de crisis. Nos narra el Evangelio que había mucha hostilidad en los pueblos donde Jesús había realizado muchos signos prodigiosos (cf. Mt 11,20-24). San Mateo nos relata que Jesús no eleva al Padre un lamento, sino un himno de júbilo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños» (Mt 11,25).

Es decir, en plena crisis, en plena oscuridad en muchas almas, Jesús alaba al Padre, se regocija en su espíritu porque sabe y siente que su Padre es el Dios del universo, “Padre mío”. De esta experiencia de sentirse “el hijo del Altísimo” brota su alabanza. Jesús se siente hijo del Altísimo, y nosotros, por Él, también lo somos.

2) Para  pensar
En la biografía de San Francisco de Asís, se relata que ya al final de su vida, compuso el “Cántico del hermano sol” o “de las criaturas”. No lo compuso en momentos de alegría, sino al contrario, en medio de dificultades. San Francisco estaba ya casi ciego, y sentía en su alma el peso de la soledad: el mundo no había cambiado desde el inicio de su predicación, todavía había quien se dejaba destrozar por las riñas, y además sentía que se acercaba su muerte. 
Comenta el Papa Francisco que “podría ser el momento de la decepción y de la percepción del propio fracaso. Pero en ese instante de tristeza y oscuridad, reza, ¿y cómo reza?: ‘Laudato si’, mi Señor…”. Reza alabando a Dios por todo, por todos los dones de la creación, y también por la muerte, que con valentía llama “hermana muerte”.

La oración de Jesús, y de los santos, nos muestran que se puede alabar siempre, en las buenas y en las malas, porque Dios es el Amigo fiel. Este es el fundamento de la alabanza: Dios es el Amigo fiel, y su amor nunca falla, siempre está junto a nosotros.

3) Para  vivir

Una gran alegría le provoca al Papa Francisco ver a la gente sencilla y humilde en peregrinación, que va a rezar y cantar, que alaba, gente a la cual quizá le faltan muchas cosas pero la humildad les lleva a alabar a Dios. Además, al alabar juzgamos de forma diferente los acontecimientos: nuestras derrotas, cuando no vemos clara la presencia de Dios, cuando parece que el mal prevalece y no hay forma de detenerlo. 

Quien sale beneficiado de la alabanza, es quien la realiza, pues al alabar somos salvados, purificados. Por ello debe ser practicada no solo cuando la vida nos colma de felicidad, sino sobre todo en los momentos difíciles y oscuros. Ahí hemos de tener la valentía de decir: “Bendito eres tú, oh Señor”. Esto nos hará mucho bien, nos recuerda el Papa. Porque alabar es como respirar oxígeno puro: nos purifica el alma, y no nos asfixia la nube oscura de las dificultades.

El Papa Francisco terminó su Audiencia pidiendo al Señor que nos conceda la gracia de ser humildes y de alabarlo en cualquier situación de nuestra vida, también en este tiempo de pandemia, porque sabemos que Él es el amigo fiel que nunca nos abandona y que nos ama sin medida.

(Pbro. José Martínez Colín)