Culpa, remordimiento o vergüenza



Cuanto más pecamos, más nos desesperamos y menos remordimiento sentimos 
 
Que tengas un bendecido día,  

¿Alguna vez has sido acusado sin piedad, como Susana en la primera lectura de hoy? Sea la acusación verdadera o falsa, nos sentimos terriblemente desacreditados, especialmente si se hace sin perdón. Incluso cuando no hemos hecho nada malo, necesitamos una actitud de misericordia de parte de nuestro acusador o de lo contrario la herida será muy profunda.

Sentir remordimiento por un pecado verdadero no hace que sea más fácil soportar las duras reacciones de los demás. Ya que, naturalmente, preferimos nos miren bien los demás, sobre todo cuando nos tratan sin piedad, nos defendemos y tratamos de racionalizar nuestros pecados. 

Esto sucede porque estamos tratando de protegernos de la vergüenza. La culpa es tomar conciencia, honestamente, de que hemos pecado, lo que conduce al remordimiento, lo que conduce a la sanación. La vergüenza es diferente. La vergüenza nos empequeñece y causa heridas más profundas.
Sólo la misericordia nos puede proteger de la vergüenza. La misericordia confirma lo que valemos. Sin ella, tratamos de deshacernos de la vergüenza manipulando a la gente para que nos quieran y nos aprueben. Cuanto más pecamos, más nos desesperamos buscando la aprobación de los demás. Cuanto más nos desesperamos menos remordimiento sentimos por lo que hemos hecho mal, porque el remordimiento incluye el sentimiento de que merecemos la desaprobación. 

Para curar las heridas de la vergüenza, debemos darnos cuenta que nuestro deseo de arrepentimiento y de recibir el perdón nos ha abierto a la misericordia de Dios y que su opinión de nosotros es lo que más importa.

Cuando se nos acusa falsamente, estamos a merced de los demás y ellos nos han rechazado. Si sus opiniones son importantes para nosotros, tenemos hambre de que nos acepten. Nos defendemos y ofendemos a los que nos acusaron. Convertimos nuestra inocencia en egoísmo, orgullo y otros comportamientos faltos de amor.
Para sanar ésta herida debemos saber que la misericordia de Dios nos abraza.

Nadie nos puede valorar como Dios. Sólo Él sabe lo que hay en nuestros corazones. Sólo Él nos ama completamente, no importa lo que hagamos. En Él no hay vergüenza; Él ha borrado nuestra culpa con la sangre de Cristo en la cruz. Cuando nos aferramos a la fidelidad de la misericordia de Dios, somos liberados de la necesidad de auto-protección de ser valorados por los demás.  

La vergüenza es perjudicial, pero la culpa es redentora. La culpa sin vergüenza nos motiva a arrepentirnos. El arrepentimiento nos purifica y nos ayuda a crecer en la santidad. La santidad extiende la misericordia de Dios a los que nos rodean. En santidad, invitamos a otros a reconocer su propia culpa sin avergonzarlos de ella. Así como hemos recibido misericordia, damos misericordia, y entonces el mundo se convierte en un lugar mejor.

Oración para hoy
Jesús, necesito ser consciente de tu misericordia para poder vivir en Tu libertad. Dame la gracia de ser, con los demás, tan misericordioso como Tú lo eres conmigo. Amén.

Reflexión de las Buenas Nuevas
Lunes de la 5ta. Semana de Cuaresma
Marzo 14, 2016
Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/reflexiones-de-las-buenas-nuevas/.                  © 2016 por Terry A. Modica

Lecturas de hoy
Daniel 13, 1-9.15-17.19-30.33-62

Sal 22, 1-3.3-4.5.6



Santo del día:  
Un poco sobre ella aqui...


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