Los reproches amorosos

Los reproches amorosos 2

En la lectura del Evangelio de hoy, Jesús reprende a los discípulos por querer reprender a los samaritanos. ¿Por qué está bien que Jesús lo haga pero NO los discípulos?

Los discípulos sin duda recordaban el fuego que Dios hizo llover en Sodoma y Gomorra para destruir a los pecadores que Vivian allí. Pareció lo correcto, por lo tanto, para esperar que Dios los castigara y arrasara a los samaritanos que rechazaban a Jesús. Pensamos de la misma manera siempre que interpretamos desastres naturales y enfermedades como la justicia de un Dios duro.

Pero Jesús había venido a redimir al mundo, no a condenarlo. Su presencia en la tierra marcó el principio de una nueva era, un nuevo testamento del amor de Dios. La misericordia había llegado a la tierra en la persona de Jesucristo. El fuego que descendería de los cielos sería el Espíritu Santo.

Los reproches pueden ser condenatorios o salvíficos, pecadores o salvadores. Como la mayoría de los judíos, los discípulos habían sido criados con un prejuicio contra los samaritanos porque ellos combinaban la fe judía con prácticas paganas. El sentimiento del desprecio fue mutuo, por qué los samaritanos no permitían a Jesús y sus allegados que permanecieran en su aldea. Los discípulos reaccionaron enojadamente con un juicio rápido que condenó a los samaritanos a la muerte. Si Jesús había aceptado destruir la aldea, sus discípulos habrían disfrutado de la catástrofe.

Jesús respondió a su ira con un reproche que vino del amor. Los estaba salvando de sus pecados.

Cuando ves que alguien recibe su debido castigo, ¿disfrutas o sufres con él? Cuando un asesino es ejecutado, cuando un empleado irresponsable es despedido, o cuando un sacerdote acaba en prisión por abusar a un niño, ¿cómo debemos sentirnos nosotros acerca de ello?
Si los amamos, nos aflige verlos cosechar las consecuencias malas de la cosecha mala que han sembrado. Esperamos sinceramente que sus sufrimientos los ayuden a arrepentirse. Les mostramos misericordia, pero no quitamos su responsabilidad.

A los discípulos les falto esta actitud de misericordia.
¿Disfrutó Jesús regañarlos? Claro que no. Estaba afligido por su prejuicio, no sólo porque él tuvo interés acerca de los samaritanos, pero él también tuvo interés en sus discípulos y el daño que su prejuicio hacía a sus propias almas.

Por la justicia social, nosotros debemos hablar en contra de las injusticias -Dios nos hace responsables si no lo hacemos-- y debemos poner fin si podemos, porque si no, nosotros somos facilitadores de estos pecados. Sin embargo, antes de que hagamos algo, nosotros debemos examinar nuestras propias conciencias. ¿Tenemos interés en los malvados tanto como tenemos interés en las víctimas? ¿Podemos orar con sinceridad en nuestros corazones para un cambio en los corazones de ellos?, no porque un cambio en ellos hará nuestras vidas más fáciles, sino por el bien de ellos.
Si la respuesta es sí, entonces estamos listos para ser los instrumentos de Dios para la justicia.

Reflexión de la Buena Nueva
Martes de la Vigésima Sexta Semana del Tiempo Ordinario
27 de septiembre, 2011

Memorial del día: San Vicente de Paúl
Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org , registrada en el registro de propiedad literaria (c) 2011. Para obtener permiso para reenviar este o imprimirlo o copiarlo, vaya a Derechos de autor© 2011
por Terry A. Modica

Reflexiones para el Alma
Efesios 6, 11 - 13,11.
Lleven con ustedes todas las armas de Dios, para que puedan resistir las maniobras del diablo.
Pues no nos estamos enfrentando a fuerzas humanas, sino a los poderes y autoridades que dirigen este mundo y sus fuerzas oscuras, los espíritus y fuerzas malas del mundo de arriba.

Por eso pónganse la armadura de Dios, para que en el día malo puedan resistir y mantenerse en la fila valiéndose de todas sus armas.

Lecturas del Día

Zacarías 8,20-23
Salmo 87:1b-3, 4-5, 6-7
Lucas 9:51-56