Caminar
cerca de Jesús no es fácil. ¡De hecho, es la manera más desafiante de
vivir! Jesús describe cómo seguirlo en el pasaje del Evangelio de hoy.
Él dice que tenemos que NEGARNOS a nosotros mismos. ¡Ah, eso no es divertido!
A nadie le gusta abrazar sus cruces (ni siquiera a Jesús). Queremos deshacernos de ellas, pero la única manera de experimentar la emoción de la victoria de la resurrección es atravesando la cruz. Esto significa aceptar nuestras cruces en vez de buscar una vida más fácil y cómoda.
¿Puedes abrazar las dificultades en tú vida como lo harías con un amigo? Verdaderamente, eso es lo que son las dificultades:
son buenos amigos si permitimos que ellos nos acerquen más a Dios, si
permitimos que nos instruyan en una santidad más grande, si permitimos
que hagan crecer nuestra capacidad de amar y perdonar a los que hacen
nuestro viaje desagradable. Esto es lo que significa negarnos a nosotros
mismos.
No
significa ignorar nuestras propias necesidades personales. Ni significa
tratarnos mal. No significa que nos convirtamos en nuestro peor
enemigo.
Negarnos a nosotros mismos significa que nosotros "perdemos nuestras vidas",
como lo puso Jesús, en las cruces que abrazamos, en lugar de luchar
para proteger las vidas que preferiríamos tener. ¿No deseamos que todo
salga a nuestra manera? ¿Y cuando las cosas no salen a nuestra manera,
apoco no queremos halagar y manipular y orar e implorar para proteger la
ilusión de cómo nuestras vidas deben ser (es una ilusión porque es
nuestra idea, pero no es la realidad), ¿verdad?
Podemos,
si trabajamos en ello lo suficiente, hacer nuestras vidas en lo que
pensamos que es mejor para nosotros. ¿Pero cual es el costo de eso?
Jesús dice que nos destruye. Perdemos el contacto con Dios. Perdemos las
relaciones humanas. Nos perdemos a nosotros mismos en el proceso de
conseguir lo que deseamos.
En
la primera lectura de hoy, Moisés nos invita a escoger entre las
maneras de Dios y nuestras propias maneras. Él nos señala las ventajas y
las desventajas de nuestras decisiones.
Por
supuesto que queremos hacer las cosas a la manera de Dios. ¡Pero
abrazar nuestras cruces y negándonos a nosotros mismos es doloroso, ay
tan doloroso!
Hay
sólo una manera de hacerlo: Nosotros también debemos abrazar a Jesús (y
así permitir que él nos abrace) mientras lloramos caminando hacia la
Cruz.
Como
leemos en el Salmo Responsorial de hoy, dichosos todos los que temen al
Señor. La alegría que está disponible en el sufrimiento viene de
confiar en Dios para un futuro bueno, y de estar arraigados en el
Espíritu Santo que nos afirma, y de darnos cuenta de que el Señor
transformará cada maldición en una bendición.
Reflexión de la Buena Nueva
Jueves después de Ceniza
14 de febrero 2013
Esta
reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Módica, y es
utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el
Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/ReflexionesDiarias/index.html,
registrada en el registro de propiedad literaria (c) 2012. Para obtener
permiso para re enviar este o imprimirlo o copiarlo, vaya a Derechos de autor
© 2012 por Terry A. Módica