Consumir más de nuestro Señor







 
Al reflejar en lo que significa comer la carne de Jesús y beber su sangre, considera esto: ¿No somos NOSOTROS también su Cuerpo -- su carne y sangre - para el mundo hoy?

La lectura de hoy contiene la Gran Orden Eucarística. Sin embargo, no debemos ver esto solamente de la perspectiva de ¿"qué gano yo"?, no si queremos ser los seguidores de Cristo que dijo, "los que se alimentan de mí tendrá la vida a causa de mí". ¿Qué clase de vida? ¿Cuál es la diferencia entre tener SU vida y tener la vida con la cual nacimos, la existencia de carne y hueso de los cuerpos físicos que eventualmente pierden su vida? La respuesta se encuentra en quien se beneficia: nosotros o los demás. 

Jesús nos da su cuerpo y sangre en cada Misa para que nosotros nos beneficiemos consumiéndolo, lo que nos une a Él(a su amor, su vida, su ministerio, etc.), que después debe beneficiar a los demás.
Nosotros también lo consumimos fuera de la Misa. Lo atraemos a nosotros durante nuestras oraciones, nuestras interacciones con los demás, e incluso apreciando la belleza de la naturaleza. Él nos alimenta por medio de canciones cristianas y música que inspira. El satisface nuestra sed de desarrollo espiritual.  

Cuando nosotros nos abrimos para recibir la presencia de Jesús fuera de Misa, nos abrimos más completamente a lo que sucede dentro de la Misa. Porque la Eucaristía es nuestro Señor divino que se entrega a nosotros completamente, poderosamente, y milagrosamente, salimos de la iglesia considerablemente cambiados - o más bien ese es el plan. Para que verdaderamente suceda, tenemos que cooperar con el plan de Dios participando completamente en la Misa.

Consumir a Jesús debe transformarnos a su semejanza. Ahora somos también Eucaristías, que significa que estamos listos para ser consumidos por los demás, o para ponerlo más exactamente, nosotros les damos oportunidades de ser alimentados por la Presencia Verdadera de Jesús dentro de nosotros.
Cuándo damos el amor a los demás, ellos reciben el amor de Dios, y cuando no responden a nuestro amor, ellos nos agotan: ¡Somos consumidos! La misma vida eucarística sucede cuando damos nuestro tiempo, habilidades y talentos pero no somos pagados ni recompensados. 

Entre más somos agotados y consumidos por los demás, más necesitamos consumir a Jesús. Yo te puedo decir por experiencia que entre más ocupada estoy, más necesito orar y asistir a Misa diariamente.
Y recuerda esto, que es absolutamente esencial: Por nosotros mismos, no somos el cuerpo y la sangre de Cristo. El cuerpo tiene muchas partes. Si te sientes vacío y agotado, aplastado por las tenciones y desgastado, es porque no le has permitido a Jesús que te llene con todo su cuerpo y sangre, que incluye a las personas que él te ha dado dentro de la comunidad de Iglesia, porque ellos son sus manos, su sonrisa, su abrazo, y su ánimo que nos refuerza y nos renueva.

Reflexión de Las Buenas Nuevas
Viernes de la Tercera Semana de Pascua
19 de abril, 2013
 
Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva,http://gnm.org/ReflexionesDiarias/index.html, registrada en el registro de propiedad literaria (c) 2012. Para obtener permiso para re enviar este o imprimirlo o copiarlo, vaya a Derechos de autor
© 2012 por Terry A. Modica
La puerta de la fe
 
  1. «La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida.
  2. No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta (cf.Mt 5, 13-16). Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente (cf. Jn 4, 14).
  3. Año de la fe. Comenzó el pasado 11 de oct de 2012, terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de nov de 2013.
  4. En esta perspectiva, el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31).
  5. Confiemos a la Madre de Dios, proclamada «bienaventurada porque ha creído» (Lc 1, 45), este tiempo de gracia.
                     BENEDICTUS PP. XVI (convocatoria al año de la fe)
  
Lecturas del Día:
Hechos 9:1-20
Salmo 117:1bc-2 (con Marcos 16:15)
Juan 6:52-59