¿CÓMO SEREMOS AL VIVIR EN PLENITUD?




¿Podemos imaginar lo que seremos?, ¿podemos imaginar cómo seremos?...

Quien no conozca más que el grano de trigo, ¿puede imaginar el tallo y la espiga que van a nacer de ese grano?

Supongamos que una persona no ha salido nunca de su ciudad de “ciencia ficción” como las de las películas, en la que no hay ni plantas ni árboles; y puestos a suponer, supongamos que a esa persona le gustan las almendras... Esa persona conoce las almendras... Pero ¿puede imaginarse el almendro?... Y sin embargo ¿qué es el almendro?... El almendro no es otra cosa mas que una almendra que, sembrada en tierra, ha desarrollado todas sus potencialidades... y se ha convertido en ese hermoso almendro.

Esto no es más que una comparación; pero que quizás nos permita barruntar varias cosas importantes : Primero, que, dado que estamos en el estadio de “semilla”, nos es imposible imaginarnos a nosotros mismos o imaginar a alguien llegado a su estadio de “árbol”

Segundo, que hay continuidad entre lo que somos y lo que seremos, como hay continuidad entre la semilla y el árbol que nace de ella... No seremos “otra cosa” sin relación con lo que somos. Sino que seremos nosotros mismos,... plenamente realizados en lo que somos... La “otra vida” es “esta” vida, que ya tenemos, pero plenamente eclosionada y vivida en plenitud,... en total apertura al Dios que nos hace vivir y ser plenamente nosotros mismos...
San Juan nos recuerda que : “Ya somos hijos de Dios; y aunque no esté manifiesto cómo seremos después, sabemos que cuando Jesucristo aparezca seremos como él, porque lo veremos tal como es” (I Jn 3,2).

Sobre todo esto San Pablo escribe lo siguiente : “Tal vez alguno preguntará: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Qué clase de cuerpo tendrán?. ¡Es una pregunta tonta! Cuando se siembra, la semilla tiene que morir, para que tome vida la planta. Lo que se siembra no es la planta que ha de brotar, sino el simple grano, sea de trigo o de otra cosa. Dios le da la forma según su voluntad, a cada semilla le da el cuerpo que le corresponde... Lo que se siembra (lo que se entierra) es corruptible, y resucita incorruptible; lo que se siembra es miserable, y resucita glorioso; lo que se siembra es débil, y resucita fuerte; lo que se siembra es un cuerpo animal, y resucita un cuerpo espiritual” (I Cor 15, 35-38. 42-44).

Ojo con lo que San Pablo llama “cuerpo espiritual” : En el lenguaje de San Pablo, “cuerpo espiritual” no significa en modo alguno una especie de cuerpo etéreo (como quizás podríamos tener tendencia a imaginar); sino el ser humano entero, ya plenamente animado y vivificado por el Espíritu de Dios, en todos los aspectos y dimensiones de su ser personal.

Según la antigua filosofía platónica (que ha influenciado mucho nuestra catequesis, nuestras explicaciones teológicas y nuestra espiritualidad) el “alma espiritual e inmortal”, que sería la parte importante del ser humano, está encarcelada en una parte material, que sería el cuerpo. En el momento de la muerte del cuerpo, el alma quedaría liberada de las ataduras de la materia, y regresaría al reino de la vida divina y eterna... Por desgracia, durante mucho tiempo hemos predicado más sobre la “inmortalidad del alma” que sobre el amor personal del Padre Dios que nos va llevando a la plena realización de nosotros mismos, a la plenitud de la vida, a nuestra resurrección.

En el lenguaje bíblico, (que refleja una mentalidad muy diferente de la filosofía griega), la palabra “cuerpo” (:”soma”) no designa a una parte del ser humano que sería la cárcel en la que el “alma” estaría prisionera;... sino que designa al ser humano entero,... capaz de relacionarse con el mundo y con los otros.

Con la expresión “se siembra cuerpo animal, resucita cuerpo espiritual” Pablo quiere decir que el ser humano entero, el ser humano débil : “cuerpo animal”, - muerto y enterrado en su debilidad, sembrado como semilla que todavía no ha germinado ni puede germinar por sí sola -, ese ser humano germina, crece, florece... penetrado y radicalmente vivificado desde dentro por el Espíritu de Dios... Y por eso es Pablo lo llama “cuerpo espiritual” : es el ser humano, en su totalidad vivificado desde dentro por el Espíritu Santo, que es el amor del Padre y del Hijo... (Ver Rm 8 : texto precioso aunque difícil)

No creemos ni esperamos la simple “reviviscencia” o la vuelta a la vida de un cadáver (que sería, en nuestra comparación, como la cáscara de la semilla, que se pudre y cuyos componentes se reintegran a la tierra)... Sino que creemos y esperamos la eclosión total y plena de esa vida que ya vivimos en germen. La plena realización de nosotros mismos. La eclosión y el florecimiento pleno de la totalidad de nuestro ser personal, en todas sus dimensiones y aspectos

Por eso tampoco nos conformamos ni nos podemos conformar con la simple inmortalidad del “alma”... Quedarse en eso sería truncar y traicionar gravemente el mensaje cristiano... (Son bastantes los cristianos que creen más en la “inmortalidad del alma” que en la acción vivificadora y resucitadora de Dios. Pero ese no es el mensaje del Nuevo Testamento ni la fe cristiana; sino más bien una presentación de esa fe en el cuadro de una filosofía concreta y discutible, y que no es la única posible)... No es sólo “el alma” la que alcanza su plena realización en Dios; sino el ser humano entero, incluida nuestra corporalidad. (Por eso en el Credo decimos que creemos “en la resurrección de la carne”)... Soy yo quien seré plenamente yo, en todas las dimensiones de mi persona

Pero es que además, no viviremos eternamente porque el alma sea inmortal y eterna; sino que viviremos eternamente porque eternamente seguiremos siendo amados y vivificados, en todo nuestro ser personal, por el eterno Amor que nos tiene el Padre Dios... Porque el Padre Dios está ahí amándonos personalmente, por eso, no nacemos para morir; morimos ¡para vivir!... y vivir en plenitud, en la totalidad de lo que somos!

= Amándonos perseverantemente con ese Amor personal y eterno con que nos está amando en Cristo, y gracias al Espíritu Santo, el Padre Dios está empeñado en hacer eclosionar total y plenamente esa vida nuestra que él nos está ya regalando amándonos ya ahora,... sin que nuestra muerte le sea un obstáculo insalvable

Nuestra vida es eterna, porque el Padre Dios que nos hace vivir a fuerza de amarnos, nos seguirá amando eternamente...

Así que lo que llamamos la resurrección – superación de la muerte, victoria sobre la muerte en la misma muerte – es la llegada a Plenitud de esa Vida que ya vivimos en germen, gracias a la fuerza del Amor con que somos amados por el Padre Dios : Plenitud de Vida, ya que el Amor con que somos amados por el Padre Dios vivificará plenamente todos los aspectos de nuestro ser personal, tanto a nivel corporal, físico, material; como a nivel psicológico, moral, espiritual, etc. ... Por la fuerza del amor con que somos amados por el Padre Dios, a través de la muerte (que es “terminar de nacer”, puerta de resurrección), llegaremos a ser y a vivir en plenitud lo que ya hemos empezado a ser y vivir desde ahora, porque ya desde ahora estamos siendo amados por él en Cristo

Y concretamente: + llegaremos a vivir en plenitud la alegría de sabernos siempre amados; + y llegaremos a estar plenamente vivos, amando gozosamente : amándonos a nosotros mismos, amando al mundo y a la vida, amándonos con cada persona, amándonos con el mismísimo Padre Dios,... totalmente zambullidos en la Comunión de Amor Trinitario que es Dios... (De eso intentaré decir algo en la próxima charla).

= Dios es Dios de Vida... Y en Cristo Resucitado podemos descubrir y tenemos la garantía de que el Padre Dios nos quiere llevar y nos está llevando a esa nuestra Plenitud de Vida,... sin que ninguna de nuestras “muertes” se lo pueda impedir.

NO NACEMOS PARA MORIR. MORIMOS, ¡PARA VIVIR, Y VIVIR EN PLENITUD!


José María Alcober
Misionero de África P.B.

Lecturas del Día:
Carta II de San Pablo a los Corintios 9,6-10.
Salmo 112(111),1-2.5-6.7-8.9.
Evangelio según San Juan 12,24-26