La curación y el sufrimiento por el reino de Dios




Yo creo en los milagros que ponen fin al dolor, no sólo para los tiempos bíblicos, sino también para las necesidades de hoy. Los he presenciado y experimentado personalmente. También he aprendido el valor de un tipo diferente de milagro: la unión mística con Cristo, que viene de “ofrecer nuestros sufrimientos” - lo que San Pablo describe en la primera lectura de hoy como llenar, a través de nuestra propia carne, “lo que falta en los sufrimientos de Cristo”.

¿Completar lo que falta? ¿Qué podría faltar en lo que hizo Jesús el Viernes Santo?

Los sufrimientos de Cristo fueron un regalo completo de amor, e hicieron totalmente una diferencia, pero este mundo tiene una necesidad continua de la salvación. Nosotros, quienes somos ahora sus seguidores, tenemos una responsabilidad muy importante de continuar su misión - ¡todos nosotros! Cuando Jesús dijo: “Sígueme”, nos estaba haciendo señas hacia el cielo. Para seguirle a la gloria de la resurrección, primero tenemos que unirnos a su misión, que va hacia la cruz.

Esto significa que no somos sus seguidores si no hacemos sacrificios por el bien de la salvación de los demás.

Sin embargo, a pesar del valor redentor del sufrimiento, el pasaje del Evangelio de hoy, Jesús deja en claro que es bueno - muy bueno - preservar la vida, mejorar la vida; y que es su deseo proveer la sanación. De hecho, Él nos demuestra que poner fin al sufrimiento es una mejor manera de honrar a Dios de lo que los Fariseos estaban tratando de hacer.

En un aparente contraste a esto, Pablo se deleita en el sufrimiento; para él, es una manera muy importante de honrar a Dios.

Así que, ¿cuándo deberíamos pedir la sanación y cuándo debemos apretar los dientes y soportar nuestros dolores por el Señor? Ten en cuenta que los sufrimientos de Pablo en esta lectura vienen de la encarcelación, no de una enfermedad. Sin embargo, no importa cuál sea la fuente de nuestros sufrimientos, hay dos dones esenciales de amor que están incrustados en todas ellas si queremos ser santos.

Uno es el don de nuestra vida: Elegimos dejar que El Señor decida qué hacer con nuestras enfermedades, nuestras crisis, y las otras pruebas dolorosas. Utilizamos todos los medios que nos ofrece para superar las dificultades; y mientras tanto, optamos por permitir que nuestros sufrimientos nos unan al amor redentor de Jesús en la cruz.

El segundo es el regalo de nuestra muerte: Antes de morir físicamente y seguir a Jesús al cielo, morimos al yo, morimos a nuestros deseos e ideas de cómo y que tan rápido deben terminar nuestros sufrimientos, y hacemos esto como un sacrificio de amor. Al permitir que Jesús nos conduzca, nos convertimos en canales de su misericordia y, a veces incluso su intervención milagrosa.

En otras palabras, cuando estoy sanado, es agradable. Pero cuando otros se benefician, ya sea a través de mi curación o a través de mis sufrimientos, ¡es mucho mejor! Me une – y aquellas otras personas – a Jesús en su resurrección.

Reflexiones de las Buenas Nuevas
Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/ReflexionesDiarias/index.html, registrada en el registro de propiedad literaria (c) 2013.
© 2013 por Terry A. Modica



Reflexiones para el Alma  Efesios 6, 11 - 13
11.
Lleven con ustedes todas las armas de Dios, para que puedan resistir las maniobras del diablo.
12.
Pues no nos estamos enfrentando a fuerzas humanas, sino a los poderes y autoridades que dirigen este mundo y sus fuerzas oscuras, los espíritus y fuerzas malas del mundo de arriba.
13.
Por eso pónganse la armadura de Dios, para que en el día malo puedan resistir y mantenerse en la fila valiéndose de todas sus armas.


Lecturas del Día:
Colosenses 1:24--2:3
Salmo 62:6-9
Lucas 6:6-11