Las lecturas de hoy nos hablan de aquellos que creyendo en Cristo, se apresuran a llevar a otros la Buena Nueva. Cristo no se los impide.
El salmo nos habla de no temer los días aciagos, si Cristo está con nosotros.
Santiago en su primer lectura nos dice que no debemos vivir en el futuro, haciendo planes sin considerar a Dios en ellos.
¿Hemos consultado con Dios nuestros planes? ¿Ha estado de acuerdo con ellos? Así vivimos la vida, como caballos sin rienda, tomando el camino que mejor nos parece, sin considerar los planes de Dios para nosotros.
Así he vivido mi vida muchas veces, con la rienda suelta. Y ésa manera de vivir no es muy buena porque nos acarrea conflictos. Tratar de ceñirse a Jesús y a su doctrina, a su comunidad, es la mejor manera de vivir.
Siempre que hago cosas o tomo decisiones sin consultar con Dios, las cosas no salen bien.
Dios tiene un plan para nosotros: la felicidad. Una felicidad que implica aceptar el sufrimiento. Es como cuando debemos sacarnos una muela que nos está molestando, implica aceptar sufrimiento momentáneo para después poder comer tranquilos, sin dolor.
Tal vez por éso muchas veces rehuimos consultar con Dios, porque sabemos que tendremos que pasar por un periodo de sufrimiento.
Recuerdo varias ocasiones en que por temor a ser reprendida o por temor al castigo merecido, no decía a mi madre la verdad. Normalmente,las cosas se iban complicando hasta llegar a un punto en que se derrumbaba mi vida.
Pero siempre ha habido en mi vida, personas que me auxilian con sus consejos en la toma de decisiones. Con sus consejos, con sus experiencias he tomado decisiones, muchas de ellas equivocadas, muchas de ellas acertadas, pero siempre he necesitado de alguien con quien consultar, de alguien a quien abrir mi corazón.
Dentro de la Iglesia se llaman "directores espirituales". Quien tiene uno, tiene un gran tesoro.
Tal vez no siempre estemos de acuerdo con ellos, tal vez no nos digan lo que queremos escuchar, pero seguramente nos dirán lo que es verdadero y nos ayudarán a tomar mejores decisiones que las que he tomado por tanto tiempo.
Saber que se tiene a alguien que me ama tanto, como para perdonar mis faltas; que me ama tanto como para aceptarme de vuelta; que me ama tanto como para desear mi bien es algo confortante.
Mi vuelta a la casa de Dios no fué por personas de la Iglesia, fué por personas que creyendo en Jesús, pero no en su Iglesia me hablaron de El y de su gran amor.
Si se les hubiera impedido hablar de Jesús, seguramente yo nunca hubiera vuelto a casa.
Agradezco a Dios por haberlos puesto en mi camino.
Los caminos de Dios no son siempre los nuestros. El nos conoce mejor que nosotros mismos.