Sal 140,1-2.3.8
R/. Suba mi oración como incienso en tu presencia, Señor
Señor, te estoy llamando, ven deprisa,
escucha mi voz cuando te llamo.
Suba mi oración como incienso en tu presencia,
el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde. R/.
Coloca, Señor, una guardia en mi boca,
un centinela a la puerta de mis labios.
Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso
Jesús nos pide recibir el Reino de Dios como niños, para poder entrar en él. Nos dice que no impidamos a los niños acercarse a El. Jesús los besaba e imponía sus manos sobre ellos.
Esto mismo es lo que se experimenta cuando el sacerdote nos perdona los pecados en el nombre de Jesús. La imposición de manos sobre nosotros es tan reconfortante, es como quedar limpios y ser como niños.
No importa que tan grandes seamos, todos necesitamos sentirnos confiados, amados, consentidos por alguien. Ese alguien es Jesús.
Hace unos días fuí a confesarme. Ver la cara amable, sonriente del sacerdote, que se alegra de verme, que me abraza tiernamente es algo que sólo un padre o una madre puede hacer.
Poder trasmitir ésa ternura de Cristo, poder sentirnos niños es lo que nos proporciona paz.
Jesús responde a nuestro llamado. Siempre lo hace. Aveces estamos distraidos, estamos irritados, estamos atemorizados. Y El responde a nuestros llantos o gemidos.
Poder llorar nuestras tristezas y ser escuchados en ellas, es un gran consuelo.
Poder recibir un consejo sobre aquello que nos atemoriza o nos inquieta, es un gran regalo.
Poder compartir nuestras alegrías con alguien, es una gran dicha.
Conocí a éste sacerdote cuando más necesité de Cristo. En todo momento, mi mirada estaba puesta en él como representante de Cristo. Verlo acariciar las cabezas de los niños, verlo ocupado por la Parroquia que le fué asignada, verlo abrazar a los feligreses, verlo mirar con ternura a las personas, sentir su constante preocupación por nosotros, esforzarse por transmitirnos la palabra de Dios de una manera sencilla me hacía sentir la paz de Jesús.
Me alegra tanto que los sacerdotes ahora sean tan cercanos a las personas, que los podamos tocar y podamos hablar con ellos. Hubo un tiempo en que ésto no era posible.
Me alegra tanto que contemos con tan buenos sacerdotes. Cada uno con su distinta manera de ser, pero todos entregándose por su amor a Jesucristo y a los que El ama.
Jesús recibe a los niños siempre.... y Jesús nos hace sentir como niños cuando nos acercamos a El.
Habemos muchos que no valoramos todo lo que un sacerdote hace por nosotros, los criticamos y juzgamos sin darnos cuenta de su inmensa labor.
¿Cuántas veces nos sentimos abrumados por nuestros 2 o 5 o 10 hijos?
Ellos pastorean a muchos, muchos más.
¿Cuántas veces nos quejamos del tiempo que tenemos que trabajar?
Ellos trabajan mucho más.
¿Cuántas veces nos sentimos poco aceptados?
Yo me pregunto cómo se sentirán ellos ante nuestro rechazo o indiferencia.
Mirándolos puedo aprender a cuidar de mis propios hijos.
Dios bendice a tus hijos a los cuales llamaste a tu servicio.
Gracias, Señor por tu amor
Gracias, Señor por tu consuelo
Gracias, Señor por tu consejo.
Gracias, Señor por tu entrega.
Gracias, Padres.