La oración de Jesús en la lectura del Evangelio de hoy puede aplicarse a cualquier relación: en cualquier reunión de dos personas, en cualquier comunidad. Lo que Dios ha unido es sagrado. Es sagrado porque es un reflejo de quién es Dios y cuánto ama a todos.
Este es el motivo por el que el matrimonio es un sacramento en lugar de una unión civil o la unión incompleta de vivir juntos como un matrimonio sin los votos.
La falta de compromiso y las heridas no sanadas en cualquier relación divinamente inspirada le dan al mundo una imagen falsa y enferma de Cristo. Por lo tanto Jesús ora: "Que sean uno, Padre. Como Tú estás en mí y Yo en Ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado." Las relaciones que sobreviven a los problemas que comúnmente dividen, son una clara lección del amor incondicional de Dios, que siempre es fiel, en los mejores y en los peores momentos, en la enfermedad y en la salud, seamos ricos o pobres, pecadores o puros, todo el tiempo, sin importar qué. En un matrimonio cristiano, el esposo entrega su vida para servir a su esposa, y la esposa entrega su vida para servir a su esposo, y Jesús entrega Su vida por ambos.
El matrimonio es un reflejo del Hijo único del Padre, sacrificando Su vida por Su Esposa (que somos nosotros, es decir la Iglesia) y la Esposa entregando su vida (es decir nuestras vidas) para servir a Jesús. El amor constante que los esposos y amigos y miembros de la comunidad tienen entre sí, que nunca abandonan, sin importar lo que sea, los une a la plenitud del amor de Dios.
En Dios, tienen el poder y la forma de vencer todo lo que amenace con dividirlos. (He estado casada con Ralph por 37 años; he experimentado que esto es verdad personalmente.) Si ambos, esposo y esposa desean asociarse a Dios en el amor, se comprometen con el Único que está total y permanentemente comprometido con hacerlo funcionar, y, sin importar los problemas que surjan, Dios da las respuestas, la sanación, y el crecimiento que hace al matrimonio más fuerte, aun cuando uno de los cónyuges no desee trabajar tan duro como el otro.
Al tener relaciones sagradas, cumplimos con nuestro llamado - la vocación al "sacerdocio común" que todos tenemos - para traer a Cristo al mundo. Extendemos la Buena Noticia mostrando a los demás que, con la ayuda de Dios, el amor nunca termina y que está disponible para todos los que lo deseen. ¿Qué sucede con el Sacramento del Matrimonio cuando uno de los cónyuges rechaza vivir sacramentalmente? ¿O cuando uno de ellos muere? ¿O cuando una persona divorciada se da cuenta demasiado tarde de los errores y pecados que han cometido?
Jesús se presenta y se convierte en su Verdadero Cónyuge. Para la persona que desea la unidad sacramental, Él ES el Sacramento. En las relaciones rotas, deberíamos levantar a la otra persona orando a Dios para que cree oportunidades sobrenaturales para un cambio de espíritu y corazón.
Cada relación ordenada según Dios es un don de amor para el mundo; estamos llamados a estar en presencia de Cristo para que el mundo vea.
Qué terriblemente erróneo, cuán anti-evangelización es menospreciar o quebrar este don.
Que las oraciones de Jesús sanen nuestra fractura. ¡Amén! Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Módica, y es utilizada bajo la responsabilidad del grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/ReflexionesDiarias/ © 2014 por Terry A. Módica
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La oración de Jesús en la lectura del Evangelio de hoy puede aplicarse a cualquier relación: en cualquier reunión de dos personas, en cualquier comunidad. Lo que Dios ha unido es sagrado. Es sagrado porque es un reflejo de quién es Dios y cuánto ama a todos. |
Lecturas del día:
Hechos 22, 30; 23, 6-
Salmo 16, 1-2a.5.7-11
Juan 17, 20-26
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Oración de los esposos
Señor, nuestro Dios
te bendecimos por tomar
en tus manos nuestro amor.
Ayúdanos a cumplir
nuestra misión.
Ven a compartir nuestra vida.
Ayúdanos a formar a
nuestros hijos, a ser
testigos de tu amor
en nuestra familia
y en la comunidad.
Danos fuerza en los desalientos.
Comparte nuestras alegrías.
Señor, bendice nuestro amor. Amén.
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