Jesús, que es el portador de buenas noticias, lo explica en la lectura del Evangelio de hoy: Si queremos tener paz y una buena vida, tenemos que dejar de tratar de salvarnos a nosotros mismos y dejar que Dios haga por nosotros.
Somos demasiado inadecuados para asegurar nuestra propia felicidad aquí en la tierra, mucho menos eternamente en el cielo! No entendemos lo que está pasando, aunque lo intentemos, y en nuestros intentos para sentirnos seguro acerca de nuestra visión de la vida, creemos en nuestras propias percepciones limitadas - en detrimento nuestro.
Si pudiéramos ser transportados en la oración, aunque sea por un momento, a la eternidad y ver todo desde la perspectiva del cielo, nos daríamos una bofetada y diriamos: "¡Huh! ¿Cómo es que no me di cuenta antes?"
Sólo Dios ve el cuadro completo, el verdadero camino de la felicidad y la paz, y él nunca nos lo comunica a nosotros solos. No somos lo suficientemente inteligentes como para escucharlo correctamente todo cuando estamos solos. Necesitamos la ayuda de la comunidad: un director espiritual, amigos cristianos, un confesor, etc. Y entonces tenemos que confiar en el Espíritu Santo para que nos hable en primer lugar a nosotros en nuestros corazones y luego confirmarlo a través de otros.
Confiar en el Señor significa aceptar que somos estúpidos en comparación con su sabiduría y conocimiento. No debemos atrevermos a confiar en nuestra propia capacidad para tomar decisiones correctas sin su guía, ni podemos confiar en nuestra capacidad de discernir correctamente de su orientación. En la humildad de esa conciencia, abrimos nuestras vidas a la dirección y la intervención divina.
Una de mis oraciones favoritas es: "Señor, toma mis tobillos hoy, y no dejes que me desvíe de la ruta en la que Tu quieres que esté." No puedo confiar en mí misma para saber dónde me está guiando el Señor, pero puedo confiar en que el Señor es más fuerte y más grande que yo. Todo lo que necesita de mí es mi deseo de ser guiada por Él. En sus manos, estoy segura. Él me corrige cuando me equivoco, me redirige a las conclusiones correctas, e incluso me detiene en seco cuando tercamente mi cerebro se niega a prestar atención.
Esto es renunciar a nuestras vidas por el bien de encontrar la Vida. ¿Da miedo? ¡En efecto! Negarnos a nosotros mismos (dejando a un lado nuestros caminos, nuestros deseos, nuestras ideas de cómo encontrar la felicidad) para confiar en Dios es realmente una pérdida. Pero es una cuestión de vida o muerte
Reflexión de las Buenas Nuevas
Viernes de la semana 18 del tiempo ordinario
08 de agosto 2014
Memoria de Santo Domingo
Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. USA. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/ReflexionesDiarias/index.html, registrada en el registro de propiedad literaria (c) 2013. Para obtener permiso para re enviar este o imprimirlo o copiarlo, vaya a Derechos de autor
© 2014 por Terry A. Módica