Odiar el pecado y la mundanidad


Cuando Jesús dice, en la lectura de nuestro Evangelio de hoy, que no seremos sus discípulos a menos que "odiemos" a los demás y que odiemos, incluso, a nuestras propias vidas, NO está hablando de ser poco amorosos con nadie, NI de ser desagradables con nosotros mismos.
Seguir a Cristo significa ser tan amorosos que, cuando algo o alguien interfiere con esto, lo detestamos. Significa odiar tanto el pecado y la mundanidad que estamos dispuestos a cargar las dolorosas cruces del amor, haciendo sacrificios para devolver bien por mal y para convertir nuestras dificultades en triunfos de santidad.

Jesús nos advierte que, si comenzamos un camino de santidad sin estar dispuestos a recorrer todo el camino, si no estamos dispuestos a cargar la cruz más allá de lo que nos gustaría, si no estamos interesados en caminar la milla extra, si no estamos dispuestos a morir a nuestros propios criterios y deseos egocéntricos y, si dejamos que los miembros de la familia u otras personas influyan en nosotros, para que dejemos de lado las tribulaciones y busquemos sólo lo que es divertido y fácil; somos como el constructor que no tuvo los recursos suficientes para terminar el proyecto. No hemos aprendido lo suficiente de la vida y muerte de Jesús.

La primera lectura de hoy reafirma esta espiritualidad del "odio por el bien del amor". San Pablo escribió: "El que ama a los demás ha cumplido con la ley." Sin embargo, requiere de gran esfuerzo, salud emocional y madurez espiritual el odiar nuestro egocentrismo y nuestros propios deseos, lo suficiente como para manejar cada situación con amor.

Es muy desafiante cuando nuestras necesidades no están siendo satisfechas. Si amamos a los demás más de lo que ellos nos aman a nosotros, o, si damos a los demás más de lo que recibimos de ellos, fácilmente nos tornamos egoístas auto-protectores. Cuanto menos autoestima y menos madurez espiritual tengamos, más sucederá lo anterior.

Es necesario recordar que Dios no nos pide que amemos a los otros incondicionalmente y sin egoísmos, sin darnos la habilidad para hacerlo. Incluso (¡o especialmente!) en los momentos más difíciles, Dios nos da todo lo que necesitamos para capacitarnos para obedecer sus leyes.
Cuando nos parece imposible para ser como Cristo en nuestro trato con los demás, es, solamente porque no le hemos dejado al Espíritu de Cristo que nos llene completamente. La gracia de Dios siempre está disponible. Fíjate cómo María, nuestra Madre Bendita, fue capaz de resistir todas las tentaciones; sólo fue posible porque estaba llena de gracia, lo cual fue un don de Dios para capacitarla para cumplir su voluntad.

En el Sacramento de la Reconciliación, cuando reconocemos y nos arrepentimos de nuestro egoísmo, esta misma gracia es derramada abundantemente sobre nosotros. La gracia para amar, la gracia para ser amables cuando nos sentimos mezquinos o malhumorados, la gracia para odiar nuestros comportamientos poco cristianos y para hacer lo que Jesús haría, es un don de capacitación. Nos capacita para ser las personas santas que el bautismo nos concedió.
Oración para hoy
Señor mío: ayúdame a ordenar todos mis afectos desde el amor incondicional hacia Ti, con la certeza de que Tú me darás lo mejor para mi vida. Amén.
El fragmento inspiracional de hoy: Dios nos da lo que necesitemos para obedecer sus leyes.

Reflexión de las Buenas Nuevas
Miércoles de la 31ra. Semana del Tiempo Ordinario
En memoria de San Carlos Borromeo, Obispo
Noviembre 4, 2015
Reflexiones para el AlmaSanto de hoy: Carlos Borromeo
Si una pequeña chispa del amor de Dios ya se quema...
Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/reflexiones-de-las-buenas-nuevas/
© 2015 por Terry A. Modica


Escuche AQUI el Evangelio hablado y meditado


Lecturas de hoy

Romanos 12, 5-16ab
Sal 130, 1-3
Lucas 14,15-24
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