Perseverar en la oración

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Debemos perseverar en gracia de Dios, y así alcanzar la perseverancia final, es decir, que al fin de nuestra vida nos encontremos en gracia de Dios y nos salvemos. Pero esta perseverancia no se alcanzará sin oración. Y la oración no puede ser esporádica, sino perseverante.

¡Cuánta necesidad tenemos de perseverar en la oración!

Si no rezamos, estamos perdidos en el tiempo y en la eternidad.
Y si rezamos un tiempo, pero luego dejamos la oración, veremos que aparentemente no pasa nada, pero seremos como esas frutas de los árboles que están maduras y que se pasan de fecha, y que aparentemente están sanas, pero que de pronto caen al suelo, podridas, y terminan en el estercolero.

Así también nosotros, si dejamos de rezar, terminaremos en el abismo infernal, porque nadie se salva sin la ayuda de Dios, y Dios no da ordinariamente su ayuda a quien no reza.

Si bien es necesario aprender a perseverar en todo lo bueno que hagamos, el corazón de nuestra vida cristiana debe ser la oración, y por eso necesitamos perseverar en la oración, cosa que vale más que todo el oro del mundo.

Por eso no podemos tener excusas de que nos falta tiempo para rezar, u otro motivo, porque ya lo ha dicho San Alfonso María de Ligorio: “El que reza se salva, y el que no reza se condena”, y ésta es una gran verdad que ojalá no la debamos experimentar en carne propia.

Comencemos de a poco, aunque sea las tres avemarías todos los días.
Luego podemos intentar rezar un misterio del rosario y perseverar un tiempo en ello.
Y si luego nos animamos, rezar el Rosario entero.
 Si un día no podemos rezarlo entero, entonces rezar uno o dos misterios, pero nunca dejar de rezar.

Si hacemos así, Dios tendrá compasión de nosotros, nos dará el gusto por la oración, y con el tiempo rezaremos mucho y obtendremos muchos frutos y consuelo.

Sitio Santísima Virgen

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