En el Evangelio de hoy Cristo nos dice que seamos humildes. Que nos pongamos los últimos.
Las personas que siempre quieren ocupar los primeros puestos resultan repelentes. Van por la vida dando codazos y pisotones. La soberbia es el peor de los pecados. Es el pecado que convirtió a los ángeles en demonios.
Por otra parte la humildad hace agradables a las personas. La persona humilde es apreciada por todo el mundo.
Hay que agradecer a Dios las cualidades que nos ha dado. El no reconocerlo es una ingratitud a Dios. Pero sin envanecernos.
Dice San Pablo:
«¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿de qué te engríes»? Por eso la persona humilde procura poner sus cualidades a disposición de los demás.
El humilde también valora a los demás. Se alegra de las cualidades que tienen. No siente envidia de los que son superiores.
(Padre Jorge Loring S. J.)
La oración auténtica es un encuentro personal con Dios. Por ella te acercas a la realidad de un Dios vivo, cercano, presente: un Dios persona. ¿Por qué no pocas veces la oración resulta pesada? Simplemente, porque no se produce el encuentro entre dos personas: Dios y yo. Concretamente, porque no tiendes con todas las fuerzas al encuentro con el Señor.
Jesús, ¡soy yo!
Necesito hablarte.
Sabes, algunos días son muy difíciles. Me preocupo por muchas cosas, y a veces la presión que aguanto es muy grande. Tú sabes, “hay que hacer esto, hay que hacer aquello”.
Quizás sentiste algo parecido, cuando anduviste por este mundo. De todas maneras, lo que trato de decir es que quiero que estés conmigo a lo largo del camino. P
orque en algún lugar en lo profundo de mí, yo sé que me amas tal corno yo soy. Para ti yo soy alguien especial. Y el mañana no importa.
Amén.
Acabas de leer un buen modelo de oración espontánea.
Orar por cualquier necesidad —grande o pequeña, espiritual o material— te ofrece la ocasión de verificar la proximidad de Dios.
Él quiere librarte de tus angustias y afanes y se pone a tu alcance para cualquier necesidad. De este modo entrarás en una relación afectuosa, verdadera y concreta con Dios.
* Enviado por el P. Natalio