Alabar y agradecer con los salmos


Al orar con los salmos déjate arrebatar por la presencia viva de Dios, envolver por los sentimientos de asombro, exaltación, alabanza, contrición, intimidad, dulzura u otros estados de ánimo que impregnan estos antiguos cánticos. Aquí te ofrezco una breve oración compuesta por fragmentos de salmos unidos por afectos de alabanza y gratitud al Señor.
¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo? (116).
Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides nunca sus beneficios (103).
Alabaré al Señor mientras viva, cantaré y tocaré para mi Dios mientras exista (146).
Te daré gracias ante los pueblos, Señor, tocaré para ti ante las naciones, por tu bondad que es más grande que los cielos, por tu fidelidad que alcanza a las nubes (57).
Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo; proclamar por la mañana tu misericordia, y de noche tu fidelidad, con arpas de diez cuerdas y laúdes, sobre arpegios de cítaras. Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo las obras de tus manos (92).
“En los salmos rivalizan la belleza y la doctrina; son a la vez un canto que deleita y un texto que instruye. ¿Qué otra cosa es el salterio sino el instrumento espiritual con que el hombre inspirado hace resonar en la tierra la dulzura de las melodías celestiales, como quien pulsa la lira del Espíritu Santo?”,
san Ambrosio. Explora y goza las riquezas del salterio.

* Enviado por el P. Natalio



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Un día Jesús dijo a una famosa mística francesa, Gabriela Bossis (+ 1950, ver “Él y yo”) después de la comunión:

"Vive sólo para mí. Cuando hables, que se vea bien que lo único que te importa soy Yo. No temas mencionar mi nombre en la conversación, pues todos, sin saberlo, tienen necesidad de mí. Y el Nombre de Dios puede suscitar el bien en las almas. Trata de adquirir este hábito y yo te ayudaré. Vendrán a ti para oír hablar de mí. 

¿Qué podrías temer, si yo me tomo la parte más grande de tu trabajo? Que te dé placer sembrar mi Nombre en las palabras que pronuncias; como una tierna reparación por el dolor que me causan todos aquéllos que quieren borrarme en todas partes, aún en el alma de los niños pequeños. Siembra mi Nombre. Yo daré el crecimiento.

Hermanos: como testigos de Cristo debemos dar testimonio valiente de nuestra pertenencia a él. No sólo en circunstancias especiales como lo hicieron los mártires, sino en el día a día.

Con sencillez y entereza el discípulo de Cristo irradia quién es para él el tesoro de su corazón, la razón de su vida, la fuerza que lo sostiene. Sin miedos ni vergüenzas, en todos los ambientes que frecuentamos cada día, debemos recordar que —por la gracia del Bautismo— todos somos discípulos y misioneros de Jesús.



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