Los años juveniles son para adquirir buenos hábitos. La única diferencia entre el adulto fracasado y el que ha tenido éxito está en la diferencia de sus hábitos.
Los buenos hábitos son la clave de todo éxito. Los malos hábitos son la puerta abierta al fracaso.
Por lo tanto es tarea ineludible y básica en tu juventud formarte buenos hábitos y ser esclavo de ellos.
Nadie envejece por haber vivido un número determinado de años. Sólo se envejece cuando se abandonan los ideales.Es maravilloso el número de cosas imposibles que la gente entusiasta y decidida logra realizar.
Los años arrugan la piel, pero sólo el abandono del entusiasmo arruga el alma.
Ya se tengan dieciséis o setenta, siempre existe en el corazón humano el impulso a la maravilla, el suave asombro ante las estrellas, el desafío ante los acontecimientos y la alegría de vivir.
En el sitio central del corazón hay, un árbol siempre floreciente que se llama amor; mientras ese árbol tenga flores el corazón es joven.
“El entusiasmo es el brillo en tus ojos, la vivacidad en tu andar, la fuerza en tus manos, el ímpetu irresistible de tu voluntad que te lleva a realizar tus ideas.
El entusiasmo es la levadura que hace crecer tus esperanzas hasta alcanzar las estrellas”.
* Enviado por el P. Natalio
Palabras de San Juan Pablo II