La grandeza de Dios

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Dios mío, qué grande eres
La naturaleza ayuda a entrar en sí mismo. Se trata de sentir y admirar lo que se va presentando a los sentidos: formas, colores, perfumes, sonidos

Déjate envolver por el viento, el sol, el paisaje; pisa la arena, moja los pies en el arroyo… Es un camino fácil para llegar al recogimiento, percibir la presencia de Dios y entrar en comunicación filial con él.
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto (104).
Proclamad conmigo la grandeza del Señor, bendigamos juntos su nombre (34).
Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder? (8).
El Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra firme que modelaron sus manos (95). Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra (8).
La naturaleza tiene una fuerza extraordinaria. Es una gran maestra de oración. En medio de la naturaleza admira la belleza de una flor, observa los colores de una piedra, quédate apreciando la forma de un árbol o los movimientos de un insecto. Hay salmos que prestarán palabras a tus sentimientos (104 y 8), y volverás renovado y más sereno.

* Enviado por el P. Natalio


Pensamiento del día




“Un amor puede ser débil ó cobarde ó mediocre,
pero lo que no puede ser es provisional.
Un amor provisional es algo tan contradictorio
como un círculo cuadrado.
Un amor no es provisional.
Si es provisional, no es amor”.
(José Luis Martín Descalzo)



 ANECDOTAS DE SANTOS Y LA NATURALEZA



Beato Pier Giorgio Frassati
Frassati era un apasionado de la montaña. Según escribió a un amigo: “Cada día que pasa me enamoro perdidamente de las montañas; su fascinación me atrae”. A Frassati le encantaba escalar y esquiar con sus amigos y a menudo buscaba los picos más altos.

Durante su breve vida, Frassati fue miembro del “Club Alpino Italiano y escaló el Grand Tournalin (3.379m/11.086ft), la Grivola en el Valle d’Aosta (3.969 m/13.022 ft), el Monvisto (3.841 m/12.602 ft), el Ciamarella (3.676 m/12.060 ft), el Bessanese (3.532 m/11.588 ft)” y otros picos más pequeños.

Probablemente es famoso por una frase que escribió en una fotografía de él subiendo una montaña: Verso l’alto (hacia lo más alto).
Después de su muerte, se convirtió en una frase asociada a su constante deseo de santidad y de alcanzar el objetivo de la vida eterna.

San Juan Pablo II
En 1954, el padre Karol Wojtyla recibió una condecoración por turismo de senderismo de manos de una organización local en Polonia. Wojtyla ganó esta medalla por hacer senderismo a pie en múltiples ocasiones durante ese año, un total de 166 km. Más de la mitad de estas excursiones las completó durante el invierno (1 de noviembre – 31 de marzo).

Durante el resto de su vida, Juan Pablo II siguió yendo de caminata, a hacer esquí y rutas en kayak con grupos de amigos, como sacerdote, obispo, cardenal y papa. Incluso se escabullía del Vaticano para hacer esquí, ¡al menos 100 veces!

Ni que decir tiene que Juan Pablo II amaba la naturaleza.

San Huberto
Designado obispo de Lieja, Bélgica, en el 708, Huberto es famoso por su historia de conversión y una leyenda relacionada con una visión que tuvo mientras cazaba un ciervo. Durante su juventud, Huberto se pasaba los días de caza e incluso se saltaba los servicios de la iglesia.

El Viernes Santo de cierto año, mientras los fieles asistían a los servicios, Huberto perseguía a un soberbio venado.

Después de acercarse al ciervo, el animal se giró hacia él y, según narra la leyenda, vio un crucifijo entre sus astas y escuchó una voz que le decía: “Huberto, si no vuelves al Señor y llevas una vida santa, irás al infierno”.

Entonces Huberto se postró y dijo “Señor, ¿qué quieres que haga?”. A lo que Dios repuso: “Ve y busca a Lamberto y él te indicará”.

Huberto fue a buscar a san Lamberto, quien lo instruyó y lo puso en el camino de la santidad. San Huberto es considerado santo patrón de los cazadores y también es conocido por fomentar prácticas éticas de caza, tratando a los animales como parte de la creación de Dios.

San Bernardo de Menthon
Después de ser ordenado sacerdote, Bernardo predicó a las gentes que vivían en los Alpes y fundó tres hostales dirigidos por los Canónigos Regulares de la Congregación Hospitalaria del Gran San Bernardo, que extendieron la hospitalidad del santo a los viajeros que atravesaban las montañas.

Los canónigos de los hostales también buscaban a las personas atrapadas durante intensas tormentas de nieve.

Con el tiempo, los canónigos criaron perros que les ayudaron en sus operaciones de búsqueda y rescate. Eran entrenados para atravesar la nieve profunda y rastrear a personas perdidas.

Esta raza de perros terminaría por llamarse san Bernardo en honor del fundador del albergue y de la organización religiosa. San Bernardo es el santo patrón de montañeros, esquiadores, mochileros y de los Alpes.

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San Francisco de Asís
Cada vez que se piensa en un santo a quien le encantara el aire libre, san Francisco de Asís salta irremediablemente a la mente. A menudo se le recuerda por predicar a los pájaros, domesticar a un lobo y componer un himno a la creación.

Su amor por la creación inspiró la encíclica del papa Francisco Laudato Si’, en la que el Papa ensalza a san Francisco como ejemplo para todos por su cuidado de la creación.

Su reacción era mucho más que una valoración intelectual o un cálculo económico, porque para él cualquier criatura era una hermana, unida a él con lazos de cariño. Por eso se sentía llamado a cuidar todo lo que existe. Su discípulo san Buenaventura decía de él que, ‘lleno de la mayor ternura al considerar el origen común de todas las cosas, daba a todas las criaturas, por más despreciables que parecieran, el dulce nombre de hermanas’”.