Inesperado pedido
San Jerónimo vivió durante 25 años en la gruta del nacimiento de Jesús, mientras se dedicaba a la traducción de la Biblia al latín, por encargo del Papa san Dámaso.
Un día hizo esta oración al Divino Niño de Belén:
— Querido Niño, ¿cómo podré compensarte, ya que para hacerme feliz, has bajado a esta pobre gruta y has padecido tanto por mí?
— Alaba a Dios, –oyó que decía–, y glorifícalo con las palabras: “Gloria a Dios en las alturas”.
— Pero yo, querido Niño, quiero darte alguna cosa; quiero darte todo mi dinero.
— Dalo a los pobres y será como si me lo hubieras dado a mí.
— Sí, lo haré; pero, yo quiero darte alguna cosa también a ti; si no moriré de dolor.
— Entonces dame tus pecados; los quiero para mí; para borrarlos.
— ¡Oh querido Niño, dijo el Santo llorando; toma todo lo que es mío y dame todo lo que es tuyo!
“Dame tus pecados”: ¡qué inesperado fue para Jerónimo el pedido del Divino Niño!
Sin embargo nada busca tanto nuestro Salvador como liberarnos de la pesada carga de nuestras fragilidades y culpas.
Un día Jesús le dijo a santa Faustina Kowalska: “Que no tema acercarse a mí el alma más débil y pecadora, aunque tuviera más pecados que granos de arena hay en la tierra. Dile a las almas pecadoras que no tengan miedo de acercarse a mí; habla de mi gran misericordia”.
Alentador mensaje que nos invita a abrir el corazón a la confianza en el Señor.
* Enviado por el P. Natalio