Para poder comprender lo mucho que Dios nos ama, contemplemos extasiados, el sol de cada mañana... Recorramos los jardines, las flores también nos hablan. ¿Quién pudo dar tanta belleza de aroma, color y gala? Sólo el artista divino, nuestro Padre que nos ama.
Antes de nacer estaba preocupado porque no conocía el mundo al que llegaría.
Entonces le pedí a Dios instrucciones para vivir en la Tierra. Dios me dijo:
“Sé como el sol: levántate temprano, y no te acuestes tarde.
Sé como la luna: brilla en la oscuridad, pero sométete a la luz mayor.
Sé como el pájaro: come, canta, bebe y vuela.
Sé como las flores: enamoradas del sol, pero fieles a sus raíces.
Sé como la fruta: bella por fuera, saludable por dentro.
Sé como el día: llega y se retira sin alardes.
Sé como el río, siempre hacia adelante.
Sé como la luciérnaga: aunque pequeña, emite su propia luz”.
Entrar en contacto un poco más prolongado con la naturaleza nos acerca a una verdadera fuente de sabiduría. Allí surgen emociones y vivencias que nos hacen amar más la vida, para volver luego a nuestras ocupaciones habituales con nuevas energías y nuevas ideas.
“¡Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría!”.
* Enviado por el P. Natalio