Todos y cada uno de nosotros, al final del camino de la vida,
nos encontraremos cara a cara con una u otra de las dos caras
Y una de ellas, o el rostro misericordioso de Cristo
o el rostro miserable de Satanás, dirá: “Mío, mío.”
¡Que seamos de Cristo!
Ven Fulton Sheen (1895-1979)
Preparad el camino del Señor, enderezad sus veredas
Lucas 3:4
Pero la ociosidad real es siempre un pecado.
Fácilmente puede ser la causa de faltas más tumbas y de nuestra ruina espiritual.
Dios nos dio poderes materiales y espirituales, como nuestros talentos, que debemos emplear con provecho y no enterrar inútilmente en la tierra.
El siervo que recibió de Dios cinco talentos y aumentó la suma en otros cinco, fue recompensado con la alabanza de su Señor y la admisión en el reino de los cielos.
De la misma manera hizo con el otro siervo, que había recibido dos talentos y los duplicó con su laboriosidad. Pero el siervo perezoso, que enterró el talento que había recibido y se encontró con su amo con las manos vacías, fue condenado y arrojó a las tinieblas del infierno (cf Mt 25, 15-30).
Esta es una lección aterradora que nos enseña el Evangelio.
Debe hacernos pensar en el hecho de que un día tendremos que rendir cuentas a Dios de todos los dones que Él nos ha concedido.
¿Nos ha dado mucho? Si es así, tendremos que dar cuenta de todo.
¿Nos ha dado Él sólo una pequeña cantidad? ¡Aún así, tendremos que dar cuenta de cada parte!
Considere la inmensa responsabilidad que se vuelve nuestra, junto con los dones de Dios.
Resolvamos emplearlos lo mejor que podamos, para que cuando nos presentemos ante Él, nuestras manos no estén vacías sino llenas de ganancias.
Hay otra razón de peso que nos impide vivir en la ociosidad.
El Espíritu Santo nos advierte que: “La ociosidad es buena maestra de maldad” (Ecl 33,29) y “el que sigue ocupaciones ociosas es necio” (Prov 12,11).
En otras palabras, la pereza es la madre de los vicios.
Si alguien está inactivo, no aprende nada.
Dado que nuestras facultades corporales y espirituales fueron hechas para la acción, se sigue no obstante que cuando no están trabajando para un propósito bueno o útil, encuentran una salida en otras direcciones, lo que conduce al desorden y al pecado.
Sin trabajo y oración, sólo hay inactividad que lleva al pecado.
Es fatal permanecer inactivo.
Dios nos advierte que debemos dar cuenta de toda obra ociosa (Mt 12,36).
Santo Tomás de Aquino señala que una palabra ociosa suele ser un pecado venial pero también puede ser un pecado mortal (Summa Theologiae II-II, q 72, a 5).
¿Qué decir entonces de los que viven en la ociosidad, mientras hay tanto trabajo por hacer para la gloria de Dios, para nuestro bien y para el bien de los demás?
Quien ama a Dios nunca está ocioso, dice san Jerónimo.
El amor de Dios obra cosas maravillosas; si no lo hace, ¡no se le puede llamar amor!
La ociosidad está prohibida por Dios porque el trabajo es su mandamiento.
Ya le había dicho a Adán ya sus sucesores: “Con el sudor de tu frente comerás el pan” (Gn 3,19).
San Pablo nos advierte: “Si alguno no quiere trabajar, que no coma” (2 Tes 3L10).
Esta es una ley universal que abarca a personas de todas las clases y circunstancias.
Dios manda a todos a trabajar.
Por lo tanto, cualquiera que desobedezca esta ley sin motivo, peca contra Dios.
Los que llevan vidas ociosas e inactivas deben meditar seriamente en esta ley de Dios.
El hecho de que posean grandes fortunas no las excusas de esta ley divina.
Deben dedicarse a algún trabajo, ya sea de baja categoría o manual.
Puede ser para ellos mismos o puede ser para sus hermanos necesitados que viven en la miseria o en la enfermedad y no pueden valerse por sí mismos.
Todos somos hermanos en Jesús.
No es justo que un hermano viva en la pobreza y la miseria, mientras que otro disfruta ociosamente de una vida de abundancia y placer.
Quien ama a Dios nunca está ocioso, dice san Jerónimo.
El amor de Dios hace cosas maravillosas, si no, no se puede llamar amor.
Antonio Cardenal Bacci
“Así también, los últimos serán primeros y los primeros últimos; Muchos son llamados, pocos son escogidos" – Mateo 20:16
REFLEXIÓN
En esa contratación, pues, seremos todos iguales y los primeros como los últimos y los últimos como los primeros porque ese Denario es la vida eterna y en la vida eterna todos serán iguales.
Porque aunque por diversidad de logros, los Santos brillarán, unos más, otros menos; pero en cuanto a este respeto, el don de la vida eterna, sera igual para todos.
Porque no será más largo para uno y más corto para otro, lo que es igualmente eterno: lo que no tiene fin, no tendrá fin, ni para ti ni para mí.
Con respeto. al que vive para siempre, este hombre no vivirá más que aquél, ni aquel que éste. Porque vivirán también sin fin, aunque cada uno vivirá en su propio brillo y el Denario en la parábola es esa vida eterna.
El que ha recibido, después de mucho tiempo, no murmure contra el que ha recibido después de poco tiempo. Para el primero es un pago, para el otro un regalo gratuito, pero a ambos se les da lo mismo por igual.
–San Agustín (354-430)
Padre y Doctor de la Gracia (Sermón sobre Mateo 20)
Oh Dios, que entre otras maravillas de tu poder has dado la victoria del mrtirio incluso al sexo más suave, concédenos bondadosamente que nosotros, que conmemoramos el aniversario de la muerte de la bendita Águeda, tu virgen y mártir, podamos acudir a ti, siguiendo su ejemplo.
Por Jesucristo, tu Hijo nuestro Señor, que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Amén