De este Sacramento brota la vida eterna
porque Dios, con toda dulzura,
se derrama sobre los bienaventurados.
San Alberto Magno (1200-1280)
Doctor de la Iglesia
“ Señor, es bueno que estemos aquí” Mateo 17:4
En la enseñanza cristiana, la muerte es el comienzo de la vida.
“ Si el grano de trigo no cae en tierra y muere ”, dijo Jesús, “ queda solo. Pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la conserva ” (Jn 12, 24-25).
Esta paradoja de morir a esta vida para vivir en el Cielo, fue representada de manera maravillosa en la vida de Jesús y de los Santos.
Debe ponerse en práctica también en nuestras vidas, si hemos de ser cristianos genuinos.
Jesús derramó Su sangre preciosa por nosotros y Su muerte fue el comienzo de Su triunfo.
Los Apóstoles, Mártires y Santos, dieron su vida por Cristo y recibieron, como recompensa, la vida feliz y eterna del Cielo.
Al morir a nuestro propio ego ya nuestras pasiones, encontraremos la verdadera vida de Cristo.
Debemos morir a nosotros mismos, para que Cristo viva en nosotros, como vivió en San Pablo.
Debemos morir al orgullo, para que la humildad cristiana viva en nosotros;
debemos morir a la ira, para que viva en nosotros la paciencia;
debemos morir a la lujuria, para que viva en nosotros la pureza y la inocencia
y debemos morir al egoísmo, para que viva en nosotros la caridad.
Antonio Cardenal Bacci
Oh Dios, Tú que ves cómo estamos privados de toda fuerza, guárdanos interior y exteriormente para que en el cuerpo, estemos protegidos contra todas las desgracias y en la mente, limpios de malos pensamientos y por la intercesión de la bienaventurada y gloriosa siempre Virgen María, Madre de Dios, sé asistida en esta peregrinación terrena.
Por Jesucristo, tu Hijo nuestro Señor, que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos.
Amén