Los padres sacerdotes y maestros...


 
  
Los padres, sacerdotes y maestros... ¡Han recibido esa posición de Dios para que puedan hacer una diferencia por su reino! 

El pasaje del Evangelio de hoy es mal interpretado muy fácilmente por los que lo toman literalmente. Es un ejemplo de por qué es importante ver más allá de nuestro entendimiento en las palabras de la escritura, hacia dentro del corazón de Jesús. Jesús no está diciendo que está mal llamar a tu papá o a un sacerdote "padre", ni está diciendo que es un pecado ser catalogado como un maestro. Observa más amplias las cosas: Los padres, sacerdotes y maestros son gentes que deben ser señales o reflejo del Padre Verdadero, como es Jesús el Verdadero Maestro.

El punto clave de la lección que Cristo nos da hoy, es la humildad. No debemos utilizar nuestros títulos, nuestra licenciatura, nuestra posición social ni religiosa, ni ninguna posición de autoridad para ganar favores ni para controlar a los demás. Nosotros no debemos de ser amos y señores de las personas que nos sirven, porque sólo Jesús es Señor. Sino, que debemos de servir a los que nos sirven, como lo hizo Jesús (y lo sigue haciendo). Es por esto que el Papa es "el sirviente de los sirvientes de Dios". Esa es la definición de un líder verdadero.

Jesús enfatizó esto cuando él lavó los pies de sus discípulos.
Como un líder -- un padre, un director comercial, un sacerdote, la cabeza de un ministerio, un entrenador de deportes, un maestro, o cualquier papel de autoridad -- tú recibiste esa posición de Dios para que puedas hacer una diferencia por su reino. ¿Escuchaste eso? ¡Tú recibiste esa posición de Dios para que puedas hacer una diferencia por su reino! ¡Wow!

Tú eres un representante de Jesús mismo, aun cuando no tengas la oportunidad de compartir tus creencias religiosas, verbalmente.

En La Imitación de Cristo, nos preocupamos tanto por los que están bajo nuestra autoridad que estamos dispuestos a hacer sacrificios por ellos. Siguiendo a Jesús, tomamos cualquier paso que sea necesario para amar a los que nos siguen, incluso, si significa asumir la culpa por ellos, caminar con ellos en las dificultades, ser clavados por su mal entendimiento de nosotros, y sacrificar lo que valoramos más. ¡Y a veces lo que valoramos más es nuestro sentimiento de superioridad!
En las situaciones donde nosotros no somos el líder, nosotros debemos de servir a los que tienen la autoridad como si ellos fueran el mismo Jesús. Nosotros le damos amor a Jesús al ser amables con ellos y obedecerles. (A menos que contribuya al pecado).

Esto es la igualdad de la humildad. Sólo nuestro Creador es el Verdadero Padre, pero debemos tratar a sus representantes en este mundo de la misma manera que lo debemos tratar a Él. Sólo Jesús es nuestro Verdadero Maestro, pero debemos responder a sus representantes en este mundo de la misma manera que debemos responder a él. Y donde sea y como sea que nosotros seamos sus representantes, debemos de servir a los demás de la manera que él nos sirve a nosotros.

Para aumentar tu fe, rinde tu deseo de querer sentirte superior y de asumir que eres inferior. El único superior es Dios, y El NO te aplasta en inferioridad. Él te levanta hasta el nivel más alto de preciosidad y especialidad.   

Reflexión de Las Buenas Nuevas
Martes de la Segunda Semana de Cuaresma
26 de febrero, 2013
Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/ReflexionesDiarias/index.html
© 2013 por Terry A. Modica

Las Bendiciones


"Bendigan, porque ustedes mismos están llamados a heredar una bendición" (1 Pe 3,9).

Bendíganse en todo momento, al despedirse, al acostarse, al saludarse...

Vale la pena recuperar la bendición en la familia. "Que Dios te bendiga, hija. Que Dios te bendiga, hijo", Que Dios te bendiga mi nieta querida, Que Dios te  bendiga Yerno, y mi Esposo adorado, que Dios te bendiga.     Juntos, como familia, celebrar los dones que Dios nos da cada día. Bendecir los alimentos, bendecir la casa, bendecir el trabajo, es rogar juntos para que, todo lo bueno que Él nos da, nos fortalezca y nos haga vivir como hijos e hijas suyos.
 

"Bendigan, porque ustedes mismos están llamados a heredar una bendición" (1 Pe 3,9).

"Dijo el Señor a Abram: Yo haré de ti una nación grande y te bendeciré. A Saray, tu mujer, yo la bendeciré y de ella suscitaré naciones" (Cfr. Gén 12,1-2; 17,15-16)
Lecturas del Día:

Isaías 1:10, 16-20
Salmo 50:8-9, 16-17, 21, 23
Mateo 23:1-12