Como hombres y mujeres, tenemos puestos los ojos en éste mundo. Nuestra mente tan estrecha no puede concebir siquiera algo más allá de lo que ven nuestros ojos, de lo que oyen nuestros oídos y de lo que tocan nuestras manos.
El pensar en algo más, produce miedo. Pensar que algo no está bajo nuestro control, nos llena de miedo. Y nos llena de dudas y nos llena de autocompasión por estar en un mundo que no entendemos, que no nos entiende y nos damos entonces a la tarea de acumular.
Acumular bienes, casas, dinero, comida. Porque no hemos hallado el sentido de la vida, porque no hemos hallado la verdad, porque no hemos hallado el propósito para el que fuimos creados.
Dios, en su infinito amor, nos dió la vida para gozarse en nosotros y nosotros en El.
Dios, en su infinita misericordia al ver perdida a la humanidad, envió a su Hijo Jesucristo a darnos vida y vida en abundancia. A mostrarnos el camino.
Jesucristo con su resurrección nos mostró que la muerte es sólo un paso para regresar a Dios.
Cuando el hombre pecó y con ello provocó su expulsión del Paraíso, desconfió de Dios, no creyó en Dios ni en lo que le había dicho: "no comas de ése fruto, porque morirás".
La muerte, pues, es consecuencia de la desobediencia; la desobediencia es consecuencia del no creer en Dios.
Con su resurrección, Cristo nos dice que estaremos de nuevo con Dios si ponemos nuestra confianza total en El, si dejamos de lado nuestras dudas y reservas, si dejamos de confiar en nosotros mismos y hacemos lo que Jesucristo nos ha enseñado.
Cuando leemos la Palabra de Dios, cuando leemos la Biblia podemos ver la historia del pueblo de Dios en su relación con El. Una relación de confianza y amor, pero también de traiciones de parte de la humanidad hacia Dios.
Está lleno de alianzas con Dios y de traiciones a ésas alianzas.
Por éso Dios envió a su Hijo Jesús, para limpiar nuestro pecado y abrirnos el camino hacia el Paraíso junto a El. Porque el hombre no es capaz por sí sólo de encontrar ése camino.
El apego a los bienes materiales, es consecuencia del desconocimiento de Dios y de su inmenso amor hacia nosotros.
Pero no es gratis el boleto al Cielo. Debemos apegarnos a la voluntad del Padre.
¿Y cual es ésa voluntad? podíamos pensar.
Puedo contestar que si nos remontamos al orígen, a lo que dió lugar a nuestra caída, encontraremos la respuesta: Adán culpó a Eva, Eva culpó a la serpiente.
Y ninguno de los dos aceptó su responsabilidad, su culpa. Por desamor al otro.
Ambos deseaban su propio bienestar, no deseaban ser alejados del Paraíso y no dudaron en culparse mutuamente.
El que ama, no duda en dar su vida por aquél al que ama.
Cristo nos da el ejemplo del amor verdadero, del amor que aún siendo inocente, es cargado con la culpa de nosotros y con ello nos redimió del pecado y nos salvó de la muerte.
En el Evangelio de hoy, Jesús nos habla de acumular bienes para el mundo futuro, para el Cielo através de nuestras buenas obras, por amor al otro, aún cuando sea quien nos ha dañado.
No serán nuestros bienes materiales los que nos abran el camino al Cielo, sino las obras que realicemos en aquellos que Dios ama, a pesar de ser pecadores.
Buenas noticias Reflexión
Domingode la semana 18 del tiempo ordinario
4 de Agosto 2013
Reflexión: Laura Aguilar Ramírez de "Retazos y puntadas"
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