En
el Evangelio de hoy, vemos las quejas de los Israelitas cansados en el
desierto:" Nosotros quisiéramos tener carne de verdad! Nunca hemos
recibido más que este aburrido maná. Se había ido la sorpresa y la
maravilla de haber recibido comida cayendo milagrosamente desde el cielo
para alimentarlos diariamente. Los Milagros no parecen milagrosos cuando son comunes, verdad?
Nosotros
tenemos en cada Misa una comida milagrosa que viene desde el cielo a
nutrirnos. Por divina intervención, Jesucristo está completamente
presente en cuerpo y alma - su humanidad y su divinidad - tan simple
como un pan y un vino.En
la Eucaristía, él nos alimenta con él mismo de modo que nuestro cuerpo y
alma sea nutridos mientras caminamos a través del desierto de las
dificultades de la vida.
Tristemente,
la Eucaristía puede volverse tan común que es fácil perder la
admiración y lo maravilloso que realmente pasa en la misa.
¿Por qué más estaríamos reclamando de que Dios no está haciendo
suficiente por sanarnos o liberarnos de nuestras dificultades o darnos
lo que nos está faltando?
Cuando
Jesús multiplicó los panes y peces en el Evangelio de hoy, él les dio a
las personas un anticipo del alimento que él proporcionaría a través de
la Eucaristía. Esta comida quitó el hambre física, y sobró mucha comida
como prueba de que Dios no solo provee lo que necesitamos, sino mucho
más también.
Muchos santos a través de los siglos han vivido por muchos años comiendo nada más que la Eucaristía. Ellos
son evidencia de que la presencia de Cristo en el pan consagrado
realmente alimenta nuestros cuerpos, no sólo nuestras almas.
¿Cuánto eres tú alimentado por la Eucaristía? La Eucaristía nos alimenta
con todo lo que necesitamos ser alimentados si nosotros participamos en
ella completamente. Una participación en la misa con medio corazón nos
previene de participar completamente de todos los beneficios de la
Eucaristía. Cada oración, las
canciones, las lecturas, y la experiencia comunal alaban todo el trabajo
juntos para hacer la experiencia de la Eucaristía completa.
Una
participación completa quiere decir que cuando nosotros consumimos a
Jesús, él nos consume a nosotros. Nos parecemos más a él. Nuestra
santidad, la cuál está ya en nosotros gracias al Espíritu Santo que
recibimos en el Bautismo, es liberada.
Cuando el ministro de la Eucaristía nos proclama, "Este es el cuerpo (o
la sangre) de Cristo," nuestro "amén" significa que estamos de acuerdo
con la presencia de Jesús que cambia vidas. Estamos de acuerdo en
dejarnos cambiar!
El
milagro más grande no es el pan y el vino cambiado en Cristo. Esto sólo
requiere un sacerdote ordenado en el linaje de los apóstoles, algún pan
sin levadura, y ciertas oraciones y rituales. Es
más milagroso para nosotros el ser cambiado en cristianos
parecidos-a-cristo, el cuál require nuestro libre albendrío y una
participación completa. Admirar y estar impresionados del milagro de la
Eucaristía no se trata únicamente de apreciar lo que pasa en la Misa. Es
también apreciar y someternos al poder de Dios para transformarnos en
personas más santas.
Reflexiones de las Buenas Nuevas
Lunes de la 18a semana en Tiempo Ordinario
Agosto 5, 2013
Esta
reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es
utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el
Alma de Miami Fl. USA. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva,
http://gnm.org/ReflexionesDiarias/index.html, registrada en el registro
de propiedad literaria (c) 2013. Para obtener permiso para re enviar
este o imprimirlo o copiarlo, vaya a Derechos de autor © 2013 por Terry A. Módica
Lecturas de hoy:
Números 11:4b-15
Salmo 81:(2a)12-17
Mateo 14:13-21
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