En el pasaje del Evangelio de hoy, Jesús se describe como la luz del mundo y explica por qué él vino: "Para que todo el que crea en mi no siga en las tinieblas". En la primera lectura, vemos a Bernabé y a Saulo (el nombre judío de San Pablo) ser llamados por el Espíritu Santo y comisionados por la comunidad (la Iglesia) para llevar la luz de Cristo en un mundo en tinieblas.
Hoy, el Espíritu Santo todavía llama y la Iglesia todavía comisiona: Tu y YO (si, tu también) somos enviados a la oscuridad para compartir la luz de Cristo. No es solamente el clero ordenado los que son comisionados; en el documento del Vaticano II, el "Decreto en el Apostolado del Laico," los obispos escribieron:
"El laicado logra la misión de la Iglesia en el mundo principalmente mezclando la conducta y fe que los hace la luz del mundo. ..." (Párr. 13).
Esparcimos la luz de Jesús comportándonos de la manera que Jesús lo haría - con amor, perdón, paciencia, haciendo un esfuerzo extra, etc. - Y haciendo escuchar nuestra voz para explicar quien es AQUEL a quien imitamos y el porqué.
Jesús nos dice en otra parte (ver Mateo. 5:14-16) que una luz oculta bajo una cesta no tiene valor. La fe llega a ser una ocasión de pecado si es sólo una experiencia personal privada. La fe es lo que nos forma en la imagen de Cristo que vino a la tierra para atraer a los demás al reino de Dios. Si tenemos fe verdadera, somos motivados para ser como Jesús en nuestro trato con los demás para que ellos, también, experimenten el amor de Dios.
"El laicado debe, por la luz de fe, tratar de encontrar los motivos más grandes que deben gobernar la conducta en el hogar y en lo profesional, en la vida cultural y social; ellos deben también, -dada la oportunidad-, permitir que estos motivos conscientemente sean vistos por los demás, para que ellos haciéndolo, lleguen a ser cooperadores con Dios el creador, el redentor y santificador, y sirvan para darle gloria" (párr. 16).
Podemos cambiar el mundo, comenzando por nuestro hogar, por el lugar de trabajo y por el entorno social en el que nos movemos, cuando la razón por nuestra conducta amable, buena y cariñosa sea clara y atada visiblemente a nuestra fe en Jesús.
Cuándo los problemas surgen, somos testigos de la luz de Cristo si nosotros, -como indica el documento-, "aprendemos... a ver todas las cosas a la luz de la fe", juzgar y actuar siempre en su luz, para mejorar y perfeccionarse así mismos trabajando con los demás [amándolos generosamente por difícil que sea], y de esta manera entrar activamente en el servicio de la Iglesia. Puesto que la persona humana se desarrolla continuamente y nuevos problemas surgen siempre, esta educación debe ser perfeccionada constantemente" (párr. 29).
Somos faros de la luz de Cristo cuando aprendemos de nuestros problemas y crecemos por nuestras dificultades.
¿Qué tan brillante es tú luz? ¿A quien está iluminando en su oscuridad?
Reflexión de Las Buenas Nuevas
Miércoles de la Cuarta Semana de Pascua 2 de mayo, 2012
Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org , registrada en el registro de propiedad literaria (c) 2012. Para obtener permiso para re enviar este o imprimirlo o copiarlo, vaya a Derechos de autor
© 2012 por Terry A. Modica