¿Qué signo estás buscando?



¿Qué tipo de signo necesitas que Dios te provea para que puedas sentirte seguro de que tus oraciones están siendo contestadas? 
Reflexionando en la primera lectura de hoy, recordemos por qué Abraham tuvo dos hijos. Dios le había prometido un hijo, nacido por su mujer, Sara. Pero Sara se río de esa idea, porque los signos de su viejo cuerpo le decían que ella ya había pasado de la fecundidad. Después al pasar del tiempo sin tener un embarazo milagroso, tanto Sara como Abraham tomaron esto como una señal de que Dios quería que el bebé naciera por medios humanos, es decir, por medio de la criada de Sara, Agar.

Esta decisión causó rivalidad y animosidad entre los dos descendientes de Abraham. Cuatro mil años después, el Medio Oriente continúa sufriendo las repercusiones de esta decisión. (Agar tuvo a Ismael, quien se casó con una mujer egipcia, según la Biblia. Según los árabes, él también se casó con una hija de Sheik Mudad, quien dió a luz a Adnan, el antepasado de Mahoma, el fundador del Islam. Los Musulmanes y los judíos han estado luchando uno al otro a través de la historia). ¿Qué tal si Abraham y Sara hubieran continuado esperando para que Dios cumpliera su promesa, en vez de tomar cartas en el asunto? 

En la lectura del Evangelio de hoy, Jesús dice, "Esta es una generación malvada. Pide un signo". ¿Por qué son malos los signos? Porque nosotros inventamos nuestros propios signos. Vemos signos que realmente no son de Dios.
¿Qué ayuda de Dios continuas esperando? ¿Qué resolución a un problema, qué nuevo trabajo, que reconciliación de una relación? Jesús dice que él es el signo que se nos da. ¡Y él es suficiente! Es ÉL quien es "más grande que Jonás".
El signo de Jonás fue su salida del vientre del pez gigante después de tres días. La misión de Jonás después de que fue arrojado en la playa (y presumiblemente después de que se limpió un poco) fue invitar a los ninivitas al arrepentimiento. Jesús surgió del vientre de la tierra al final de su ardua prueba de tres días. Su resurrección invita al mundo entero al arrepentimiento

Este es el signo que se nos ha dado, y es el único signo que importa realmente: Ya que Dios el Padre resucito a Jesús de entre los muertos, por supuesto que ÉL también nos dará la nueva vida que necesitamos. Por supuesto que ÉL proporcionará la resolución correcta a nuestros problemas, el trabajo que es bueno para nosotros o las relaciones. Fallamos en darnos cuenta de este signo, sin embargo, porque el tiempo perfecto de Dios no es usualmente el mismo que el de nosotros. Mientras esperamos, agarramos esperanza de cualquier signo que se pone frente a nosotros. Nos hacemos la vida difícil y frustrada cuando confiamos en lo que vemos en vez de mantener nuestros ojos en Jesús.

Las tormentas en nuestras vidas podrían ser tan inmensas como un huracán, pero si buscamos a Jesús en vez de los signos de que la tormenta está disminuyendo, nosotros lo encontramos en el ojo de la tormenta. En el momento en que nos alejamos de él, nosotros nos golpeamos contra la pared del ojo del huracán y nuestros pies salen volando. ¡Mantén tus ojos en Jesús!

Y mientras esperas que se calme la tormenta, toma un descanso tan frecuente como lo necesites. Vete de vacaciones, a un retiro o asiste un servicio de oración que te anime, habla con amigos que están llenos de la inspiración del Espíritu Santo, ve a la misa diaria y permite que ese sea un oasis para ti. 


Reflexión de Las Buenas Nuevas 
Lunes de la Vigésima Octava Semana del Tiempo Ordinario 
15 de octubre, 2012
  

Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva,http://gnm.org/ReflexionesDiarias/index.html, registrada en el registro de propiedad literaria (c) 2012. Para obtener permiso para re enviar este o imprimirlo o copiarlo, vaya aDerechos de autor
© 2012 por Terry A. Modica
  
La Puerta de la Fé
  1. «La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida.
  2. No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta (cf. Mt 5, 13-16). Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente (cf. Jn 4, 14).
  3. Año de la fe. Comenzará el 11 de oct de 2012, terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de nov de 2013. En la fecha del 11 de octubre de 2012.
  4. En esta perspectiva, el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31).
  5. Confiemos a la Madre de Dios, proclamada «bienaventurada porque ha creído» (Lc 1, 45), este tiempo de gracia.
BENEDICTUS PP. XVI (convocatoria al año de la fe)
  

Lecturas del Día:
Gálatas 4:22-24, 26-27, 31-5:1
Salmo 113:1b-7
Lucas 11:29-32