Quiero ser Humilde y Santo


Quiero ser Humilde  
¿Quieres ser Humilde y Santo ?

¿Somos lo suficientemente humildes para reconocer que tenemos demasiado orgullo, o no? Verdaderamente, tú y yo preferimos ser humildes y santos; es por eso que ponemos tanto esfuerzo en nuestro desarrollo espiritual. Y sin embargo (suspiro), el orgullo es la falla principal de todos, ¿Por qué no podemos pasar un sólo día siendo totalmente humildes? 


Tan pronto como pensamos que hemos vencido el orgullo, este encuentra otra manera para filtrarse en nosotros. ¿Podríamos hacer humildemente un sacrificio amoroso haciendo una buena obra a alguien y, cuando nos hagan un halago, darle la gloria a Dios?, generalmente damos la vuelta y "apreciamos" el hecho de que nosotros somos más amables, es decir, "mejor", que los que no hacen lo mismo.
Por supuesto, pero no te olvides de que la humildad incluye tener paciencia con nosotros mismos mientras encontramos y tapamos nuestras fugas de orgullo, una a una, día tras día. La humildad crece; nosotros no la podemos encender como si fuera un foco.

En la primera lectura de hoy, San Pablo nombra parte de los efectos perjudiciales del orgullo: La discordia y la vanidad causan división y desunión, rompiendo los lazos del amor. Y él nombra la curación para esto: Debemos considerar a los demás como superiores a nosotros mismos. Tengan presente, por favor, que él no habla de que tenemos que tener una actitud de inferioridad, en la que perdemos de vista la igualdad de todas las personas, incluyéndonos a nosotros mismos. No es humilde tratarnos mal a nosotros mismos. Hacer eso es ridiculizar al Padre que nos creó, implicando que él cometió un error con nosotros.

Más bien, Pablo nos muestra que cuando sobrepasamos nuestro egoísmo para servir a los demás, el amor de Cristo está trabajando en nosotros, ayudando a los demás por medio de nosotros, y todos nos sentimos mejor.
Jesús, también, nos da una curación para el orgullo en la lectura del Evangelio de hoy. Cuándo nosotros damos sin esperar algo a cambio, entonces somos sumergidos en la humildad. Vencemos el orgullo haciendo por los demás lo que ellos no pueden hacer por nosotros. Asimismo, cuando los demás nos hacen el bien a nosotros, el orgullo insiste que intercambiemos, pero la humildad significa aceptar el regalo como un gesto de amor.

El Salmo Responsorial nos da la llave para la humildad. Podemos decir, "O Señor, mi corazón no es orgulloso" porque, "En ti, Señor, yo he encontrado mi paz". La humildad es reconocer que Dios está en todo lo que es bueno y santo. La humildad dice: "Soy bueno y hago el bien porque el Señor es bueno, y es el quien hace buenas obras en mí y por medio de mí". ¡El orgullo, por otro lado, dice, "Mírame! ¡Mira lo que he hecho"! Y punto.
Diario, necesitamos rezar por la gracia para encontrar y tapar nuestras fugas de orgullo. Si no puedes asistir a Misa diaria, tienes una oportunidad incorporada para tapar hoyos cada día, cuando recordamos nuestros pecados y pedimos a María y a todos los ángeles y santos y a todos nuestros hermanos y hermanas que recen por nosotros. Es una de las razones principales por las qué yo asisto a Misa diariamente.

Reflexión de Las Buenas Nuevas
Lunes de la Trigésima Semana del Tiempo Ordinario

5 de noviembre, 2012
 
Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Módica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/ReflexionesDiarias/index.html, registrada en el registro de propiedad literaria (c) 2012. Para obtener permiso para re enviar este o imprimirlo o copiarlo, vaya a Derechos de autor .© 2012 por Terry A. Módica




Quiero ser Humilde y Santo
La puerta de la feFe

  1. «La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida.
  2. No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta (cf. Mt 5, 13-16). Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente (cf. Jn 4, 14).
  3. Año de la fe. Comenzará el 11 de oct de 2012, terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de nov de 2013.
  4. En esta perspectiva, el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31).
  5. Confiemos a la Madre de Dios, proclamada «bienaventurada porque ha creído» (Lc 1, 45), este tiempo de gracia.
BENEDICTUS PP. XVI (convocatoria al año de la fe)
Lecturas del Día:
Filipenses 2:1-4
Salmo 131:1-3
Lucas 14:12-14