Tu propia santidad

santos
TÚ eres un santo. No discutas conmigo, yo sé que eres un santo, porque un santo es quien sea que está en el cielo o en camino al cielo siguiendo a Cristo. En el Credo nosotros decimos, "creo en la comunión de los santos..." ¡Eso te incluye a ti! Es la comunidad entera de Seguidores de Cristo.  
Como seguidores de Cristo, nosotros hemos sido redimidos del poder del pecado. Hemos sido renacidos como "santos" y ya no somos "pecadores."Si, pecamos todos los días; no hemos perfeccionado nuestra santidad. Así que crecemos en santidad llegando a ser cada vez más quienes somos verdaderamente. Esto es la vida como un santo terrenal.
Mira a la primera lectura de hoy. Nosotros podríamos ver esto como una inmensa reunión de oraciones en el cielo, pero no es solamente acerca de la vida después de la muerte. Tú, en este momento, formas parte de esa"gran multitud" cuando alabas a Dios con entusiasmo. Cada vez que alabamos a Dios, nos unimos a la comunión entera de santos, incluyendo a nuestros seres queridos que dejaron la tierra en los brazos del Señor.
También somos unidos a ellos después de que nuestros pecados son absueltos en la misericordia de Dios por medio del Sacramento de Reconciliación, para entonces nosotros, también, "hemos lavado nuestras batas y las hemos blanqueado en la sangre del Cordero". Hasta la próxima vez que nosotros pequemos, estamos en la montaña del Señor, parados en un lugar santo, porque nuestras manos están sin pecado, nuestros corazones están limpios, y no deseamos lo que es vano (como dice el Salmo Responsorial).
La misma unidad ocurre cuando recibimos la Eucaristía después de hacer un viaje sincero durante las oraciones de arrepentimiento y de pedir el perdón que la Iglesia nos proporciona durante cada Misa. (Eso es, hasta que nos enojamos con en el tipo en el estacionamiento que bloquea brevemente nuestro escape de la iglesia hacia el mundo). 
Como nos indica la segunda lectura, nosotros somos santos porque somos hijos de Dios.Los santos en el cielo tienen la ventaja de estar libres del mal, mientras nosotros vivimos en un mundo lleno de pecado. Pero fíjate en cómo llegamos a ser puros: La esperanza (es decir, la creencia en la promesa de Dios) que eventualmente llegaremos a ser santos todo el tiempo nos debe vigorizar a purgar nuestras vidas de todo lo corrompido ahora. Esta esperanza es basada en saber que Cristo nos redime del pecado, el Padre nos perdona, y después de la muerte, cualquier limpieza que falte todavía, será hecha en el purgatorio.
El pasaje del Evangelio de hoy nos recuerda que somos santos porque somos bendecidos. ¿Pues no todo lo que Dios bendice se convierte en sagrado? Por lo tanto, cualquier persona a quien Dios bendice es hecha santa: el pobre en espíritu, los que sufren y reciben el consuelo del Espíritu Santo, el manso que se somete a la voluntad de Dios, y así siguiendo en la lista de bienaventuranzas. Medita en cada bendición y date cuenta de tu santidad y en el desafío para llegar a ser más santo, mejorando cómo vives la verdad de cada bienaventuranza.
La Iglesia canoniza a santos para que podemos tener modelos a imitar cuyas oraciones nos ayudan en el viaje al cielo. No debemos de comparar nuestras vidas a las de ellos, sin embargo, puesto que todos tenemos circunstancias diferentes en las que crecemos en santidad. Nosotros sólo podemos compararnos a como éramos antes. Mientras tanto, podemos orar con los santos y aceptar su guía espiritual. 
 Reflexión de Las Buenas Nuevas
Jueves de la Trigésima Semana del Tiempo Ordinario 
1 de noviembre, 2012
Solemnidad de Todos los Santos
 Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Módica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva,http://gnm.org/ReflexionesDiarias/index.html, registrada en el registro de propiedad literaria (c) 2012. Para obtener permiso para re enviar este o imprimirlo o copiarlo, vaya a Derechos de autor
© 2012 por Terry A. Módica
 alegria 1


La puerta de la feFe

  1. «La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma.Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida.
  2. No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta (cf. Mt 5, 13-16). Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente (cf. Jn 4, 14).
  3. Año de la fe. Comenzará el 11 de oct de 2012, terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de nov de 2013.
  4. En esta perspectiva, el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31).
  5. Confiemos a la Madre de Dios, proclamada «bienaventurada porque ha creído» (Lc1, 45), este tiempo de gracia.
BENEDICTUS PP. XVI (convocatoria al año de la fe)
Lecturas del Día:
Apocalipsis 7:2-4, 9-14
Salmo 24:1-6
I Juan 3:1-3
Mateo 5:1-12a