Mensajeros valientes capacitados por el Espíritu

 



¿Eres un mensajero valiente del Evangelio?
Es sólo posible con el Espíritu Santo. Sin esta ayuda de Dios, fracasamos debido a nuestras deficiencias y perdemos grandes oportunidades porque tememos fracasar.

Imagina cómo se habría sentido San Pablo en la primera lectura de hoy. Nos maravillamos por su coraje ya que continuó sirviendo al reino de Dios aún durante su juicio y cárcel. ¿Podrías hacer eso? ¿Podría yo? ¡¡SI!! Pero sólo gracias al Espíritu Santo.

En el Evangelio de hoy, vemos a San Pedro recibiendo su vocación como primer papa, es decir, el primer pastor de Cristo de la Iglesia. ¡Imagina cómo se sintió sobre eso! Sus únicas calificaciones para esta enorme responsabilidad eran a) haber estado con Jesús durante 3 años (menos de lo que lleva obtener un título universitario, sin mencionar un seminario de formación), y b) esteeee...em...... ok, aquí hay algo: Pedro tenía un poquito de coraje para seguir las huellas de Jesús, debido a lo cual pudo bajar de la barca y caminar sobre el agua, por un momento.
Un poquito de coraje es todo lo que Dios necesita. El Espíritu Santo provee la totalidad. 

Esto hizo toda la diferencia en la vida de Pedro. Compara su falta de coraje el Viernes Santo, cuando temía admitir frente a unas pocas personas que conocía a Jesús, con el ilimitado coraje que tuvo en Pentecostés, cuando predicó a una enorme multitud, a pesar de que un momentito antes, él y los otros apóstoles estaban apiñados llenos de temor en una habitación cerrada con llave.
Considera a Pablo. Comenzó con mucho coraje, y lo usó para perseguir cristianos. Lo que el Espíritu Santo le dio fue una comprensión de quién era realmente Jesús y cómo usar su valor para difundir la verdad.

¿Qué necesitas del Espíritu Santo para ser un mensajero valiente del Evangelio? Pídele a Dios que te ayude a cavar bajo la superficie de tu vida, dentro de las profundidades de tu corazón, con honestidad para encontrar la respuesta. Luego lleva tus necesidades a Pentecostés y vete, al final de la Misa, listo para vivir una vida guiada por el Espíritu Santo, sabiendo que El proveerá lo que te hace falta. 

Y usa la oración del Beato Juan Pablo al Espíriu Santo, de mayo 30, 1998:
"¡Ven, Espíritu Santo, ven y renueva la faz de la Tierra! ¡Ven con tus siete dones! ¡Ven Espíritu de Vida, Espíritu de Comunión y Amor! La Iglesia y el mundo te necesitan. Ven, Espíritu Santo, ven y haz aún más fructíferos los carismas que nos has concedido. Danos nuevas fuerzas y celo misionero a estos hijos e hijas tuyas... Abre sus corazones, renueva su compromiso cristiano con el mundo. Hazlos valientes mensajeros del Evangelio, testigos de Cristo Resucitado, el Redentor y Salvador. Fortalece su amor y su fidelidad a la Iglesia." ¡Amén!

Viernes de la Séptima Semana de Pascua
Mayo 17, 2013


Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/ReflexionesDiarias/index.html, registrada en el registro de propiedad literaria (c) 2012. Para obtener permiso para re enviar este o imprimirlo o copiarlo, vaya a Derechos de autor
© 2012 por Terry A. Modica
  


Familia que reza unida... 


"Familia que reza unida, permanece unida", decía Juan Pablo II.  Y es cierto, pues la familia que se reúne para hacer una oración en común, para pedir a Dios algo especial, hace que Él viva en su familia.

Además, juntarse para rezar es invitar al Señor a la casa.  Él nos invita a visitarlo al menos cada domingo.  Entre semana, también nosotros podemos invitarlo a convivir con nuestra familia.
A casa por lo general se invita a aquellos con quien se tiene mucha confianza, con quien se puede pasar un rato agradable.  De cierta forma, invitar a Dios es como invitar a un gran amigo a pasar un rato en una reunión familiar.
Eso permite ver a Dios como alguien familiar, y no sólo como un extraño al que hay que ir a visitar una vez a la semana.

  

Lecturas de Hoy:
 
Hch 25, 13b-21
Sal 103, 1-2.11-12.19-20ab
Jn 21, 15-19